Redacción Canal Abierto | “Nuestras dinámicas consisten en recuperar primero a las compañeras de esos espacios de violencia, y después nuestros saberes ancestrales de las culturas. Las compañeras se empezaron a dar cuenta que eso es parte de lo que somos. Cuando hacemos esto a muchas se les ilumina la mirada porque es su cultura y pensaban que ya estaban olvidadas. Así empezamos a recuperar a una por una y hoy somos más de cuarenta las que participamos del espacio. Esto es algo que cura el alma porque ellas se van con otra mirada o más tranquilas”.
Carolina Rodríguez, es referente a nivel nacional de la UTT y lidera los talleres de plantas medicinales que comenzaron hace cinco años gracias a los espacios de género que se fueron construyendo en la organización. “Me considero una mujer recuperada de la violencia de género y económica. Con las compañeras venimos capacitándonos como promotoras de género y haciendo acompañamiento. Hace cinco años éramos solo cuatro compañeras, ahora somos un montón”, comenta.
En medio del campo, en el medio de la nada, las situaciones de violencia pueden pasar desapercibidas, pero las compañeras están ahí. “Nos llaman a las dos o tres de la mañana y nosotras vamos”, dice Carolina.
Entre tierra y sororidad, los talleres de plantas medicinales se realizan cada quince días y crecen cada vez más. “Los hacemos para recuperar a nuestras compañeras, porque todo el tiempo nos metieron en la cabeza que no servimos para nada, no valemos nada. Yo soy una de las que gracias a esto me di cuenta que valía un montón, -cuenta Carolina-. En ese primer taller que se realizó en Parque Pereyra entendí que tenía mucha sabiduría porque yo vengo de un pueblo donde mis abuelos eran médicos de campo y utilizaban las plantas como medicina”.
Con lo que aprenden de las plantas producen tinturas madre. Como recuperadas de la violencia económica hoy comercializan esos productos y obtienen su propio dinero para sobrevivir. Además, construyeron un jardín de infantes donde acuden sus hijas e hijos.
Y los logros no acaban ahí. “Actualmente estamos construyendo un refugio transitorio para mujeres que sufren violencia. El espacio también va a ser un microemprendimiento para esas compañeras que no cuentan con dinero para mantenerse. A veces pasa que muchas volvemos a vivir con un violento porque creemos que no podemos salir adelante. Este espacio tiene por objetivo dar talleres de dulces y plantas medicinales para que puedan tener una ayuda económica y rehacer su vida. Van a tener una esperanza, no esa mirada que teníamos antes de volver con esa pareja por sentir que no valíamos nada”, informa Carolina.
Organización y sororidad
Esas voces que mucho tiempo fueron calladas, hoy, gracias al impulso de las compañeras y referentas de la UTT, dejaron de estar escondidas. A Carolina la cambió por completo. “Estoy muy agradecida a esta organización porque me cambió la vida, soy otra persona y eso me dio la libertad de elegir una vida más linda para mí y para mis hijas, una vida de cosas buenas con todas esas posibilidades que yo no tuve cuando era chica. Mis hijos tienen todo lo que yo no tuve cuando era una niña. Me junté a los 15 años, me vine inocente de un pueblo y todo lo que viví fue mucha violencia. Hoy mis hijas viven su juventud bien y yo lucho por ellas, por mis compañeras y por sus hijas”, expresa.
Así como ella, hay muchas más. A Carolina le impresiona cuánto puede impactar en una persona lo que hacen, y cuenta que hace un tiempo, cuando fue a dictar un taller en Luján, una compañera se acercó y le dijo “esto es algo muy lindo para mí, pero vuelvo a mi casa y de vuelta me cargo con lo malo. Esto es paz”.
Para finalizar, esta mujer hoy empoderada, expresó a Canal Abierto uno de sus grandes deseos: “Quiero que nuestras compañeras del campo sean visibilizadas para que tengan la libertad de poder hablar. A nosotras nos callaron y gracias a la visibilización que obtuvimos estamos ganando nuestra libertad. El campo no son sólo los sojeros”.
Foto: Pepe Mateos