Por Federico Chechele | Jorge Luis Borges escribió el cuento Tres versiones de Judas en el que relata de manera académica aunque sin presentar pruebas tres posturas sobre la traición o no del más famoso de los apóstoles.
Más allá de la obra del escritor argentino, Judas arrastra popularmente el sinónimo de traidor y, a diferencia de los demás apóstoles, a nadie en el mundo se le ocurrió utilizar su nombre para ponerle a un hijo. En Derecho, la traición se refiere al conjunto de crímenes que engloban los actos más extremos en contra de la nación propia.
En nuestro país, para el campo popular, la Mesa de Enlace transita un camino similar a la definición de Judas. Es la traición permanente. Los que no tienen patria, los que amontonan sus fortunas en el exterior, los que no ceden en nada para salir de la crisis económica, quienes se oponen a una real distribución de la riqueza y critican al Estado benefactor. Y, fundamentalmente, son quienes promovieron y financiaron golpes, quienes derriban lo que se les interpone en su camino.
La diferencia con Judas es que la Mesa de Enlace tiene consenso en un sector de la sociedad, no sólo de quienes participan de las ganancias del campo, sino también de los beneficios que otorgan los medios hegemónicos de comunicación con su silencio dolarizado o sus puestas en escena. Recientemente, desde el lockout patronal de 2008 a la intervención patricia/policíaca de Luis Etchevehere a su hermana, pasando por la ostentación anual de la Feria de la Rural. Son innumerables los acontecimientos que posicionan a los patrones del campo y sus empresas agroexportadoras en una situación de elite social, más allá de la económica.
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Borges, a través de un personaje, presentó al mundo tres versiones de Judas. En la primera dice que fue el reflejo de Jesús en el mundo humano, y como Jesús fue nuestro salvador enviado del cielo, Judas tomó la responsabilidad de ser el humano que lo llevó por el camino de la redención.
En la segunda revisión Borges dice: “Él renunció al honor, al bien, a la paz, al Reino de los Cielos, como otros, menos heroicamente, renunció al placer. Pensó que la felicidad, como el bien, es un atributo divino y no debe ser usurpado por los hombres”.
Por último, en la tercera versión argumenta que “un sacrificio limitado a una sola tarde en la cruz no se compara con el sacrificio de aceptar la vergüenza y la repulsión por el resto de la historia”.
Por lo visto, sobran argumentos a favor o en contra -la mismísima grieta- para posicionar o ubicar a alguien en un lugar u otro y Borges se atrevió a hacerlo con Judas. Seamos honestos con el texto y recordemos que para el Corán, Jesús no muere, por lo tanto, Judas no tiene tradición negativa en el Islam. Otra grieta.
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El campo, en su condición de generador de alimentos, fue un sector esencial durante la pandemia y también el que más ganó.
Primero recordemos que luego de las PASO de 2019 y ante el temor de un nuevo escenario de retenciones, las exportadoras comenzaron a vender de manera anticipada las cosechas que todavía no se habían levantado. Se prepararon y ganaron:
- Por primera vez en la historia la producción de maíz fue mayor a la de soja.
- Las exportaciones de carne cerraron el año con un nivel récord de 1 millón de toneladas.
- Las ventas al exterior alcanzaron 46.556 millones de dólares, (más de lo que Macri le pidió al FMI) de los cuales 33.132 millones corresponden a las cadenas agroindustriales.
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Volviendo al texto de Borges, en su tercer argumento va a fondo y enuncia eso de “aceptar la vergüenza y la repulsión por el resto de la historia”, nada más cercano a la Mesa de Enlace. No les importa qué piensan de ellos. Si es necesario comenzar el año con un lockout patronal, luego de que el Gobierno dispusiera la suspensión temporal de las exportaciones de maíz, la misma semana que se anuncia que la tonelada de soja alcanza los USD 500, lo hacen. Lo anunciaron y comienza el lunes.
Son nuestros Judas y tienen quien los argumente.
Foto: NA