Por Carlos Saglul | ¿Alguien recuerda haber visto al ministro de Seguridad, Sergio Berni cuando efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires rodearon la residencia de Olivos, “inexplicablemente” por un conflicto salarial con el gobierno provincial? Sí se lo vio, en cambio, aparecer en cámara para defender a sus subordinados cuando también “inexplicablemente” formaron y le hicieron la venia a ex ministra Patricia Bullrich. “Tendría que estar loco para echar un policía por saludar”, dijo el funcionario.
Posiblemente exagera el escritor Mempo Giardinelli, aunque la historia reciente del continente le da la razón, cuando este sábado en Página/12 advirtió sobre la posibilidad de que la falta de respuesta del Gobierno ante estas provocaciones termine en un “golpe de Estado”. Lo que es seguro, es peligrosamente ingenuo creer que se trata de incidentes casuales, sin trascendencia. Es costoso para el Gobierno, tal vez más de lo que piensa, evidenciar una vez más incapacidad de reacción ante estas maniobras.
La violencia está en la matriz misma de la derecha argentina. La oligarquía dio sus primeros pasos a fuerza de masacrar a los pueblos originarios y disciplinar al gaucho a fuerza de cárcel y palos. Trataron de apagar el peronismo con bombas y metralla en Plaza de Mayo, fusilando en José León Suárez. Consolidaron la democracia colonial y el neoliberalismo con 30 mil desaparecidos.
Hoy se matan de risa cuando le hacen creer al medio pelo chitrulo que Alberto Fernández ejerce “la dictadura de la cuarentena”, que los va a envenenar con “la vacuna rusa” o que “sufrimos los resultados de los negocios de Cristina Fernández y Vladimir Putin”.
Todo es posible. Cuando no se interpela a la razón y se manipulan sentimientos la agenda diaria puede tornarse realmente delirante. Los chiflados que tomaron el Congreso de los Estados Unidos con sombreros de David Crockett con cuernos o banderas nazis flameando son todo un signo de los tiempos que corren. Ahora no creamos ingenuamente que quienes están detrás de ellos y los manipulan están locos. Saben bien lo que hacen.
Patricia Bullrich y un acto con veinte seguidores no tiene trascendencia. Lo que pasó en Villa Gesell sí. Hace tiempo, la derecha maneja a su antojo el territorio mediático. Mantiene desde allí una ofensiva constante.
Saben muy bien que los delirantes que pueden llegar a ver en Alberto Fernández a “un dictador” son apenas minoría, pero los utilizan como su infantería, los agigantan a través de los medios que controlan. Están lejos de ser tentados por el golpe de Estado. Aún no lo ven necesario.
Les basta con un desgaste diario y constante. “La inseguridad” de los precios que suben, la pandemia “sin control”. En definitiva, se busca mostrar un gobierno que no gobierna, “débil”. En tiempos de crisis económica y pandemia no hay nada que asuste más especialmente a la clase media que “la inseguridad”, el sentimiento de que “nadie gobierna” que se agranda, cotidianamente, como la gota que perfora la piedra, no por su fuerza sino por su constancia.
Durante mi gestión muchos miembros de las Fuerzas saludaban a ex presidentes y ministros. Siempre sentí que era el respeto por la investidura. Pido que no comience una campaña de represalias contra policías que saludan a quien ejerció un cargo y muestran un respeto institucional https://t.co/ikZFrQDTyu
— Patricia Bullrich (@PatoBullrich) January 22, 2021