Por Carlos Fanjul | EL PELO DEL HUEVO
Lo único concreto en el bolonqui del domingo es que el 0 a 0 nos suma un punto muy valioso.
No está mal un empate en tierra brazuca, más después de haberles ganado la final de la Copa América. Es un poroto más que útil luego de los 5 minutos que duró el choque por Eliminatorias. La albiceleste se mostró replegada en su campo, pero presionando firme a poco que Brasil ingresaba a la mitad propia. Iba bien como estrategia.
En el Arenas Corinthians de San Pablo se jugó un mini partido pensando en Qatar 2022, y en esta columna deportiva hasta ahí deberíamos transitar.
Lo que vino después resultó tan loco, y tan comentado durante estas 48 horas que parece imprudente buscar otros ‘pelos al huevo’ del bochorno observado. Además, existen tantos ángulos para mirar la extraña situación que cada uno puede recostarse en la pared que más le guste.
Por ejemplo, todo el mundo discute sobre los tipos que de cayetano se metieron al terreno de juego para llevarse a cuatro jugadores, en una situación nunca vista ni siquiera en un potrero argento. Esa es hoy la imagen central. Sobre la que se conversa.
Y sobre la que se miente…
Cualquiera se pregunta por qué la autoridad sanitaria no actuó antes del partido, en el propio aeropuerto de entrada al país, o en el hotel donde se concentró Argentina, o a la bajada del micro que los llevó al estadio.
O que esto fue una revancha por haberles ganado la final de la Copa.
O que Brasil se quedó en el campo para que se note que fue Argentina la que abandonó.
O que…
Todos razonamientos desde el ombliguista mundo del fútbol, que se niega a ver culpabilidad alguna de parte nuestros muchachos. Sanos, dignos, víctimas.
Y para, una vez más, gritarles ‘Brasil decime que se siente’, gracias a esos héroes nacionales.
Cada uno ‘trampeó’ con sus cartas. Lo que pocos dicen es que todo comenzó con una avivada argenta. Una trampa, a consciencia de que lo era. Para sacarle ventaja al otro, para timarlo. Y que lejos de dejarla pasar como si nada, a la espera de que no se hubiese notado, se la mantuvo hasta el final. Hasta ese patético instante de la charla diplomática entre amigos que se cuentan transparentemente las cosas que protagonizaron Lionel Messi y Lionel Scaloni junto a Tité, Neymar, Casemiro, Gabigol y Juninho, el manager brasileño. Ahí todos macanearon un poco. Ahí los nuestros mantuvieron la mentira central, la que empezó todo. Y de la que casi ninguno habla por estas horas.
Porque nos puede gustar o no la legislación brasileña que dispone riesgo sanitario para todo extranjero que llegue de Inglaterra, Irlanda, Sudáfrica o la India. Porque Bolsonaro es una figura desagradable en la actualidad y pudo haber utilizado esto para mostrar su fuerza. Ahora, lo que no podemos decir es que el tipo no tiene derecho a dictar una norma que busque proteger a su país de esta pandemia que nos jode a todos. Su ley estará bien o estará mal, no importa. En la Argentina también sobran este tipo de reglamentaciones que le ponen coto al ingreso indiscriminado a nuestro suelo, y ni que hablar para los que provengan de lo que uno considere que es una zona roja, peligrosa para el tránsito del Covid. Eso está bien, y existe en cada nación del globo.
Por eso suena a tontería abrazarse al pensamiento de que esto fue contra la selección Argentina que sí tenía en su plantel a los llegados de Inglaterra, mientras que los Brasil habían desistido de tener a 8 jugadores por orden de su gobierno.
En su habitual política exterior los brasileños actúan con el ‘ojo por ojo’, y eso no es nuevo, ni inventado contra jugadores de fútbol argentinos. Lo hace desde siempre, como cuando, por ejemplo, le contesta a los EEUU exigiéndole también visado a los yankis que llegan a su territorio. Actúan como un país grande, me dijo un gomía.
Y en este caso también suena a Brasil contestándole a Inglaterra: ‘Vos no me dejas viajar a mis jugadores porque soy zona roja, yo no dejo entrar a los que llegaron desde tu país que, para mí, también es zona roja’. O a la propia FIFA: “Una liga tuya toma una decisión sanitaria e impide que mis jugadores viajen a mi país, y vos lo aceptás. Pero otra liga tuya, que es la mía, también toma una decisión sanitaria y en cambio vos no le das pelota y autorizas a jugadores argentinos a que ingresen mal a mi tierra”.
No importa lo que nos parezca, lo cierto es que nosotros mentimos desde el mismo minuto en que arribamos a su casa.
Ahí algún argento, el empleado administrativo de la selección, cuyo nombre por estas horas se mantiene escondido bajo siete llaves, omitió datos sabiendo que cometía un delito brasileño a la hora de llenar las declaraciones juradas de Martínez, Lo Celso, Romero y Buendía. Desde allá surgió el nombre de Fernando Ariel Batista, ¿el Bocha?, él ya dijo que ni estuvo en Brasil, ¿entonces? La pregunta que ahí sale sola es ¿cómo apareció el nombre, así exacto, tan completo, del técnico de juveniles? Inventado por los brasileños no puede estar. ¿Alguien lo uso para firmar las declaraciones truchas? Dudas, que alguien de AFA deberá aclarar.
Migraciones.
– ¿De dónde viene?
– De Venezuela.
– ¿Alguien estuvo en los últimos 14 días en países considerados de riesgo?
– … (upsss, espacio en blanco).
No jodamos muchachos, sabemos que fue así simplemente porque no pudo ser de otra manera, a la espera de que pasara de largo la avivada.
Pero no pasó de largo y por eso la mentira inicial, el delito, se mantuvo con la mejor cara de póker hasta esa ridícula conversación final en el campo de juego.
Claro que Argentina estuvo notificada del bolonqui, y lo estuvo en un montón de oportunidades antes de la grotesca imagen de unos tipos metiéndose en la cancha para interrumpir el partido.
Ah, ¿no estuvo el papel firmado por las partes, ese que es similar al de algún esposo que se esconde cuando le tocan el timbre para avisarle que se inicio el juicio de divorcio? Ponele. La denominada Anvisa, que es el sello gubernamental al cual ahora todos caricaturizamos como si fueran otarios a los que es patriótico pasar por encima, comunicó su disposición a las 12 horas de presencia albiceleste en su país. El sábado, víspera del partido en San Paulo, se reunió con representantes de la Confederación Brasileña (CBF), de la delegación argentina y de la CONMEBOL y ahí «determinó» la cuarentena de los deportistas que infringieron el protocolo anticovid.
Y en la mañana del choque comunicó la orden de deportación de los cuatro jugadores y hasta ordenó que ellos debían quedar aislados en el hotel (como acá ocurre cuando cualquiera retorna al país). Incluso, cuando no le dieron bola, se presentó en el vestuario para intimar a que se cumplan las reglas nacionales, y el plantel lejos de recibirlos rajó por una puerta lateral rumbo al campo de juego. De allí que los tipos aparecieran hechos un fuego en el verde césped, calientes como una pava.
Esa secuencia ocurrió y no nos hagamos los pavotes, claramente se pudo no incluir a los cuatro apuntados entre los once titulares, ya que mas allá del comunicado de Conmebol, más allá de la injerencia externa que siempre prohíbe FIFA, siempre se supo que se estaba fuera de la ley brasileña con todo esto.
Y que también que se había hecho trampa desde el arranque. Argentina supo siempre que jugaba al límite, y siguió macaneando.
¿Te avaló la Conmebol para que sigas adelante? Si. ¿Te intentaba frenar el gobierno de un país que visitabas? También es cierto, pero en ese caso te hiciste el bobo.
La foto del final. Ahora puede ser que la FIFA disponga que aquel puntito del mini partido se convierta en tres. O no, y que se resuelva que hay que jugar el partido, lo cual parece lo más probable. Y lo más justo.
Mientras tanto, a este escriba le queda grabada esa postal de Messi y Scaloni ocultando barajas a sus ‘compinches’ brazucas. Quienes también se guardaron cosas en el bolsillo, a sabiendas de que algunos hechos ocurridos a nivel autoridades tampoco estaban del todo claros, en medio de la disputa política que allá se vive.
Según lo que se pudo rescatar de la lectura de labios de la imagen televisiva, Juninho Pernambucano les dijo: «Lo hicieron de una manera equivocada, pero les avisaron antes que los jugadores estaban informados«.
El 10 no dudo en mentir: «No, no nos avisaron. Hace cuatro días que estamos acá. Hubiesen venido el primer día y no así».
«¿No les avisaron?», se hizo el bobo Tite también escondiendo algún cartón para el futuro, y Scaloni con Juninho la jugó de ofendido del que se duda de su moral: «¿Por qué no fueron a buscarlos al hotel? La Conmebol dijo ‘Pueden jugar’, se acabó. No me busques donde no hay. Te lo pido por favor».
Y ahí nuestro buen capitán clavó el naipe del humilde víctimizado: «Hace tres días estamos acá ¿Por qué no avisaron antes? No pasaba nada, avisaban, se iban y listo”.
¿Y por qué no se hizo eso, y solo se jugó a dilatar el bolonqui?
En ese juego de chantas, nuestros muchachos eran conscientes de las barajas exhibidas.
Pero también ambos sabían de las escondidas bajo la manga.