Por Carlos Fanjul | EL PELO DEL HUEVO
Días pasados la colega Melissa Zenobi abordó en Canal Abierto el tratamiento que le dará Qatar a las personas homosexuales que asistan al Mundial del año próximo. Lo hizo tomando como base la entrevista que la periodista de la CNN, Amanda Davies le realizó al presidente de la comisión organizadora de Qatar 2022, Nasser Al-Khater.
El tipo garantizo que todas las personas de la comunidad LGBTIQ+ podrán ir al evento, pero al toque sintió la pulsión de aclarar que “las demostraciones públicas de afecto están mal vistas y esto se aplica a todos”.
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Como si no le alcanzara, tuvo la necesidad de afirmar que “vendrán a Qatar como aficionados y podrán hacer lo que haría cualquier otro ser humano”.
¡Menos mal que lo aclaró!
Suenan retrógradas las palabras de funcionario árabe en especial en tiempos en que el tema de la igualdad entre los géneros se hizo –o se va haciendo- carne en la mayor parte de la sociedad y, aunque como en toda lucha por la igualdad de derechos aparecen posturas más conservadoras o fundamentalistas, el avance dado ya no permitirá retrocesos.
Vale aclarar en este punto que, por un lado, esa ridícula prohibición de hacer público el afecto vale también para las parejas transexuales y, por el otro, que al autor de esta nota le provoca fuertes contradicciones en general cualquier análisis que cuestione aspectos de otras culturas diferentes, la árabe en este caso, porque al hacerlo se lo hace con la mirada, los mandatos y las costumbres de otra cultura diferente que puede tener tantos o mas aspectos cuestionables. La occidental y cristiana le llaman a la nuestra y, la verdad, los tiene.
Sin embargo, en este caso, como colisionan dos derechos –el de los homosexuales para tener igualdad de trato y el de los árabes para no ser juzgados desde el afuera- hay que elegir uno para pararse desde él.
Siempre ha sido sinuoso el camino de la comunidad LGBTIQ+ en el mundillo de lo deportivo. Y sobre esa marcha nos ubicaremos en esta columna con algunos casos emblemáticos.
Hay que poner más huevo. Existen muchos antecedentes a los que se pueden echar mano. Por ejemplo, María Torremadé jugaba al básquet, era arquera de hockey y corría como nadie en las pistas de atletismo, hasta que en los 50 pasó a ser Jordi y poco después abandonó el deporte, sin mayor suceso entre los varones. El austriaco Erik Schnigger hoy dirige una escuela de esquí, fue antes Erika y con ese nombre se proclamó campeona mundial en 1966 en Chile. Al año siguiente, el Comité Olímpico Internacional encargó un examen médico, porque recelaba de su género, y se descubrió que era un hombre y que había nacido con órganos sexuales internos masculinos. Ahí murió Erika y nació Erik, y también se terminó la práctica del deporte.
El caso de Renée Richards fue tal vez el primero, o uno de ellos, que acaparó la atención mundial. Fue una tenista, también militar y hoy médica oftalmóloga, y su caso fue tapa de diarios tras realizarse una cirugía de cambio de sexo en 1975 y protagonizar un durísimo conflicto un año después cuando la Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA) le negó el derecho de participar en el Abierto de Estados Unidos por considerarlo un hombre. Debido a eso, Richards apeló a la Corte Suprema de Nueva York, que falló a su favor en 1977. Tras ello, quien había nacido como Richard Raskind, pasó a ser Renée y tuvo que ser aceptada en la rama femenina del tenis, en la que si bien no llegó a niveles de excelencia, sí su presencia generó un empuje positivo en la forma de mirar este tipo de situaciones.
Antes como Richard, su juego había sido reconocido, llegando a estar entre los 20 mejores de la rama masculina norteamericana. Después de mudarse a California jugó en campeonatos regionales para su club local, bajo el nombre de Renée Clark, hasta que fue un periodista quien descubrió la verdadera identidad de Renée, iniciando un conflicto de proporciones que detuvo su carrera tenística a raíz de las protestas crecientes que alegaban que ella poseía ventajas físicas por sus condiciones masculinas. Allí la Asociación de Tenis de Estados Unidos exigió una prueba de cromosomas a todos los atletas. Renée se negó a someterse a ella y el conflicto pasó a tener vuelo mundial.
A la distancia podemos decir que Renée venció a la burocracia del tenis. Como resumen de su carrera cabe mencionar que jugó diez veces en el archifamoso Abierto de los Estados Unidos. En cinco de ellos fue Richard y en los cinco restantes fue Renée la que piso el mítico polvo de ladrillo del Grand Slam estadounidense.
Ganar a lo macho. Aunque no ocupe un sitio en las principales marquesinas del boxeo mundial, Patricio Manuel (foto principal) sí llegó alto al ser, en 2018, el primer boxeador transgénero en ganar una pelea profesional en Estados Unidos, estableciendo un verdadero hito en un tipo de deporte donde la característica corporal de un físico no resulta una cuestión periférica, sino que es central a la hora de medir fuerzas con un rival.
Manuel, que tenía entonces 33 años, venció al mexicano Hugo Aguilar por decisión unánime. Pero lo más sobresaliente es que lo hizo como un hombre, luego de haber intentado durante años emerger como figura del boxeo femenino. En esa rama, a punto estuvo de ser parte de las Olimpíadas de Londres a las que había clasificado, aunque una lesión en el hombro dejó afuera a Pat, tal su nombre antes de la operación de cambio de sexo. Antes de su transición fue cinco veces campeona nacional de boxeo amateur estadounidense. Peleó su último combate como mujer en 2012 contra Tiara Brown.
Tras la intervención quirúrgica debió esperar que el Comité Olímpico Internacional decidiera en 2016 que los atletas transgénero que hayan pasado de mujer a hombre podían competir sin restricciones. “No estoy aquí por un show. Esto es algo que amo y vale mucho esta medida”, aseguró en aquel entonces.
Existen muchos otros casos que pueden servir como antecedente de cambios de sexo en el deporte, o de deportistas que expresaron públicamente su condición sexual. Y siempre la vida se les ha hecho más difícil de transitar a partir de allí.
En general el deporte, y el fútbol muy particularmente, tiene mucho para avanzar y modificar en esta temática. ¿Por qué cuesta tanto que la cuestión adquiera otra naturalidad? ¿No hay homosexuales en el fútbol? ¿Tendrá que ver con ese pavote aroma a virilidad, cargada de machismo absurdo, que encierra una victoria épica? ¿No hay triunfos de esas características en la rama femenina del fútbol?
Siempre me he preguntado por qué a una persona pareciera exigírsele que cuente su inclinación en la materia. ¿Por qué? ¿A quien le debiera importar ese detalle personal e íntimo?
Es una época de consolidación de los avances logrados en materia de igualdad de géneros.
Ya hubo otras luchas en las que también se necesitó que el tiempo transcurra para que los cambios se hagan carne. Se culturalicen.
Ocurrirá sin dudas también en el deporte, o en las decisiones que alrededor del deporte se vayan tomando.
En el mundo árabe. Y también en este occidental que habitamos, en el que las desigualdades -estas y otras tal vez más acuciantes en el día a día- parecen pasar a nuestro lado sin que muchas veces les prestemos atención.