Por Melissa Zenobi | Esta semana, Netflix informó a sus usuarios y usuarias que a partir del mes próximo quienes compartan la cuenta con alguien que está en otro hogar, deberá pagar un adicional. Es así que ahora, además de pagar el abono, para ver una película en otro lado habrá que pagar $219 al mes por casa extra.
La novedad desencadenó una catarata de memes en todas las redes sociales, y rápidamente #ChauNetflix (un juego de palabras con CheNetflix, usuario local con que se puede encontrar a la plataforma en redes) se ubicó entre las primeras tendencias.
Esta decisión aparece en un momento donde la plataforma está consolidada como la favorita en Argentina y la región, sumando más de 5 millones de usuarios sólo en nuestro país, y el número asciende a casi 40 millones en toda Latinoamérica. La mayoría de los televisores -nuevos y no tan nuevos- incluyen en el control remoto un botón de acceso rápido a Netflix mientras que para acceder a las otras es a veces imposible.
No obstante, en los últimos meses, sus pares Star+, HBO Max, Primer Video y Paramount+, vienen creciendo tanto en seguidores como en propuestas de contenido local. Ejemplos de esto son las series Maradona, sueño bendito; Porno y Helado; o Santa Evita, que podrá verse en los próximos días.
Según el Instituto Nacional de Cine y Arte Audiovisual, en nuestro país el 93% de los usuarios de internet utilizan plataformas. Argentina está entre los 10 países con más usuarios de Netflix (el 13% del total de suscriptores en América Latina), que abonan cada uno 7,86 dólares. Esto implica para la empresa una facturación neta de 482.197.890 dólares.
Santiago Diehl integra el equipo de Observatorio Audiovisual del INCAA, el cual desarrolla líneas de investigación y análisis sobre las diferentes áreas que componen la industria audiovisual, y en diálogo con Canal Abierto explica que las plataformas no pagan un impuesto diferencial por los contenidos locales. Es decir, “los servicios de streaming están gravados solamente con el 21% de IVA, un 8% de Impuesto PAIS a las transacciones cambiarias y un 35% de adelanto a cuenta del Impuesto a las Ganancias o el Impuesto a los Bienes Personales, y cada provincia aplica Ingresos Brutos sobre esos consumos, que en el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es del 2%”.
Del ingreso de capital por estos impuestos, que de todos modos los pagan los usuarios y no las plataformas, absolutamente nada va destinado a fomentar las producciones locales. A diferencia del cine, que por cada entrada vendida, la mitad del IVA -10,5%- se destina a alentar las producciones locales a través de los Fondos de Fomento Cinematográficos.
En este sentido, Diehl explica que hay iniciativas parlamentarias en esta dirección. “Los impuestos a las plataformas trasnacionales pueden nutrir alguno de esos fondos de fomento o crear otros. Lo que se garantizaría es la pluralidad y la diversidad de la producción y, en definitiva, junto con otras medidas de protección, la supervivencia de nuestra cultura”, afirma.
¿Qué está en juego con el crecimiento de estas plataformas?
-El crecimiento de las plataformas trasnacionales se da como epifenómeno de la creciente economía digital, en la que las empresas pueden prestar servicios digitales en un país sin tener presencia física en el mismo. Eso crea una serie de problemas como la deslocalización de activos intangibles a jurisdicciones de escasa o nula tributación, entre otros. Eso provoca una desconexión entre el lugar donde se genera el valor y el lugar donde las empresas tributan. Es un tema global, al punto que se viene planteando el asunto en foros internacionales (OCDE, G20, etc.), de modo de adaptar el sistema fiscal internacional, con sus problemas concomitantes como evitar la doble imposición.
¿Cómo entra esto en tensión con el desarrollo de la soberanía cultural?
-Las plataformas transnacionales enmarcan su funcionamiento en la prepotencia del libre mercado impulsado por la Organización Mundial del Comercio, en tanto que los Estados Nacionales procuran salvaguardarse basados en la declaración de UNESCO sobre Diversidad Cultural (2005). Un mundo multipolar requiere la expresión de múltiples culturas en su diversidad, no la imposición de un modelo único. Lo que está en juego es el derecho a contar nuestras propias historias, desde nuestra mirada, en todas las expresiones de nuestra cultura, para así construir nuestra memoria histórica y nuestra identidad como Pueblo. Para eso, es necesario proteger nuestros bienes y servicios culturales, el trabajo que genera nuestra cultura, y financiar la producción cultural. El Estado es el responsable de esto.