Redacción Canal Abierto | La diferencia entre el resultado de los comicios presidenciales llevados adelante en Brasil el domingo pasado con los que daban las encuestas difundidas a lo largo de la campaña volvieron a poner en foco esta metodología de sondeo de la opinión pública.
El del país vecino se suma a casos como los de nuestro país en 2019, Bolivia en 2020 y Colombia este año en los que la aparición de cisnes negros parece demostrar que las encuestas han quedado obsoletas. Sin embargo, ante cada nueva elección o suceso relevante en la esfera política, se vuelve a recurrir a ellas.
El politólogo Hilario Moreno del Campo, director de la consultora DICEN observó ante la consulta de Canal Abierto que existen tres motivos por los que pueden producirse estas diferencias: “Uno es en la operación lisa y llana, en la que las informaciones previas respondan a creer que las encuestas también participan de el proceso electoral, la misma información que genera la encuesta, se usa en la realidad. Entonces muchos tienden a sobreestimar eso a los encuestadores nos piden muchas veces encuestas para hacer campañas. Yo creo que es un elemento en general limitado y fallido, pero muchos piden eso y en ese marco se alteran o falsean los datos. No creo que este sea el caso”.
El segundo factor es la posibilidad de un error metodológico. “Esto es cuando hay algún problema por el cual el método que vos vas a usar tiene algo incorrecto que está mal, algo que no funciona. Esto puede tener que ver con distintas cosas. A veces es la metodología con la que recabás los datos. En lo personal cada vez estoy volviendo mucho más a los métodos tradicionales de encuestas con encuestadores, ya sea por celular o presencial. Las respuestas autoadministradas tienden a responderlas muy poca gente, entonces te alejás cada vez más de la teoría probabilística. También puede haber problemas de calibración. A mí me ha pasado que estar con una forma de calibrar y la encuesta me había resultado en una elección y en la posterior me resultó mal entonces tuve que volver a otra anterior”, señaló.
Sin embargo, para el caso de Brasil, Moreno del Campo se inclina por el tercer motivo y “tiene que ver con la gente, con la opinión pública. Hay alguna decisiones que se toman sobre el sprint final, casi sin que las encuestas que circulan los lleguen a publicar. En este caso, todo el clima previo que se generó y del cual las encuestas también participan, fue la expectativa de que Lula podía ganar en primera vuelta. Este empuje para que Lula gane en primera vuelta terminó generando un efecto inverso. Se tiende a a pensar que si se instala que Lula ya va a ganar en primera vuelta se hace sólo teniendo en cuenta el efecto que eso tiene en los votantes propios: en este caso, en votantes de Ciro Gómez que se pueden pasar a Lula. Pero ese clima también tiene efecto en los otros votantes. Es decir, en lo que no quieren que gane Lula y que cuando empezaron a ver un escenario posible en el que ni siquiera se iba a ballotage, por miedo a que gane Lula en primera vuelta adelantaron su voto de ballotage. Con el uso de las encuestas y la información en las campañas muchas veces se quiere armar cosas que salen al revés”.
Julio Burdman, también politólogo y director de la consultora Observatorio Electoral, señaló a Canal Abierto que “las encuestas que se publicaban en los medios daban respuestas del 80% de los votos en términos de la polarización Lula-Bolsonaro. En promedio Lula estaba en 44, el otro en 35. Algunas que hablaban un poco más de 46, 47 o hasta llegando al 50. Por lo tanto lo que pasó es que ahí aparecieron 10 puntos más para el bloque Lula-Bolsonaro, que habrá que ver si esto estaba atribuido a indecisos que se volcaron masivamente a Bolsonaro o si hubo otro tipo de problema”.
Y observó que “hubo una falla importante en el estado de San Pablo que es muy importante numéricamente porque viven muchas personas. Ahí hubo mucha diferencia porque se proyectaba que el candidato a gobernador de Lula Fernando Hadadd estaba primero por 10 puntos los números de apoyo y terminó perdiendo en primera vuelta, por creo que 18 puntos. Con esa diferencia enorme me pregunto si buena parte este problema no hay que atribuírselo a el estado de San Pablo donde hubo malas mediciones o un vuelco de voto masivo a último momento”.
Sin embargo Burdman advirtió que la comparación del caso brasileño con los que puedan darse en nuestro país “es muy difícil porque el caso argentino se caracteriza porque hay una mayor estabilidad en los partidos políticos. En los últimos años la disputa está bien definida entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio en casi todos los distritos. En Brasil hay más cambio en el sistema de partidos, por lo tanto es un poco más difícil de medir en general. El instrumento de las encuestas está pensado para sociedades un poco más estables en los que los electores se dividen entre grandes partidos con votantes regulares. Puede haber cierta oscilación entre los votos, pero más bien de lo que se trata es de saber cuánto votan por los conservadores, cuanto por los socialistas y así. Pero cuando tenés tantos cambios en los partidos políticos ahí es más difícil”.
Y aventuró que “otro problema tiene que ver con cierto cansancio sobre el instrumento que hace que mucha gente poco interesada en la política no responda a las encuestas y sólo lo haga la gente más intensa. Por eso muchas veces las encuestas eran muy sesgadas en función de las opiniones de los que son más movilizados políticamente y se quedan afuera los que son más indecisos. Tal vez lo que hubo en esta oportunidad fue que había con un público bolsonarista más indeciso que no es el que veíamos en la televisión con la camiseta de Brasil y gritando a las cámaras y fue más dificil de medir”.
Otro punto que se suele cuestionar es el de las metodologías de la recolección de datos. “Hoy en día están todas en revisión y a priori ninguna es mejor o peor que otra, todo depende de la la rigurosidad con la que se aplique y la flexibilidad del investigador de la opinión pública. En una época se decía las encuestas basadas en entrevistas personales cara a cara son mucho mejores que las telefónicas. Pero este problema del sesgo de los intensos se da en todas las metodologías. Las encuestas telefónica tienen el problema de que son respondidas masivamente por los intensos y los otros cortan. Pero también pasa lo mismo con las encuestas personales, en las que los que se animan a responder al encuestador son también los intensos por sobre los despolitizados. Si una metodología se aplica bien llega a toda la población y no tiene problemas de alcance. El tema es de nuevo si es bien empleado por el investigador”, expresó al respecto Burdman.
Y concluyó : “Hay una gran contradicción con el tema encuestas. Por un lado cada vez que hay una elección después vienen las críticas. Pero al mismo tiempo son cada vez más consumidas y es algo a lo que no se puede renunciar. De alguna forma, la comunidad política se volvió adicta a las encuestas y eso no va a cambiar. Lo que hay que hacer es ser más cuidadosos en la difusión que se hace. Hay que saber leer mejor los números y, sobre todo, hay que saber comunicarlos mejor para que no creen confusión como en estos últimos casos”.