Redacción Canal Abierto | La Cámara Argentina del Libro expuso su preocupación ante el aumento que viene teniendo el papel, materia prima nodal de la actividad en los últimos meses. El tema fue abordado en el Primer Congreso Nacional de Libreras/os y Editoras/es, en la ciudad de Resistencia, Chaco, en una actividad denominada ¿Qué pasa con el papel? y de la que surgió el comunicado titulado Sin papel no hay libros, sin libros no hay librerías.
En el mismo se dio a conocer que, a modo de ejemplo, entre febrero y agosto de este año el precio del kilo de papel ilustración, usado para las tapas de todos los libros y los interiores de los libros infantiles, subió de $258.75 a $842.45. Un incremento del 225% en seis meses, un número alejado del pronóstico más pesimista sobre el desempeño de la inflación de 2022. Asimismo, también se planteó que el papel común que se utiliza para la mayoría de los libros tuvo aumentos que oscilan entre el 60 y el 100% en el mismo semestre.
La industria del papel hoy está concentrada en dos actores: Ledesma, del emporio azucarero de Carlos Blaquier, y Celulosa Argentina, del grupo Tapebicuá, que tiene entre sus principales accionistas al ex vicepresidente de la UIA José Urtubey.
También se recurre a la provisión del insumo importado cuando se trata de otro tipo de papeles que los mencionados en el comunicado. Pero el contexto de restricción externa y complejidades para el acceso a las divisas complican también la provisión de papel por esa vía.
Según se desprende del escrito de la Cámara del Libro, las subas fuertes empezaron en 2018, pero se aceleraron entre el año pasado y este. La situación provoca que “la incidencia del papel como materia prima en el costo de un libro haya superado el 50%, cuando históricamente estaba en torno al 30-35% del costo de producción. Es decir, la materia prima de un libro físico es hoy más costosa que el trabajo de los autores, editores, correctores, diseñadores, traductores, así como también de la transformación industrial que aportan imprentas, laminadoras y encuadernadoras”, según se afirma el escrito.
Y plantea que “este escenario inédito provoca que toda la cadena de valor resigne utilidades en favor de los grandes grupos concentrados que producen papel en el país y del puñado de importadores de papel ilustración”.
Como si esto fuera poco, el aumento del precio se combina con el faltante de stock a partir del inicio de la pandemia de coronavirus en 2020, “lo que no permite planificar la producción, ni mantener activos los fondos una vez que las tiradas iniciales se agotan. Por otro lado, este desabastecimiento hace que los editores se vean obligados a aceptar cualquier precio que se fije porque, si no, es imposible producir y mantener activas a nuestras empresas”, explican desde la Cámara.
Cabe destacar que la Cámara Argentina del Libro se compone de pymes, no alcanza ni a las editoriales de los grandes grupos Planeta y Penguin Random House ni a las cadenas de librerías. Desde ese lugar, se resalta que “con nuestras Pymes editoriales que se vuelven menos rentables, con crisis de abastecimiento, la producción tiende a menguar y la bibliodiversidad se ve amenazada por la imposibilidad de producir constantemente tanto novedades como reimpresiones, lo que vacía a las librerías de libros y concentra la oferta en unas pocas manos”.