Redacción Canal Abierto | “Mi decisión” es el título del video publicado por Alberto Fernández con el que anunció que baja su candidatura a la reelección en los comicios de este año. “El 10 de diciembre entregaré la banda presidencial a quien haya sido elegido en las urnas por el voto popular”, sañaló el mandatario, aunque aclaró que trabajará “para que sea un compañero o una compañera de nuestro espacio político”.
La confirmación surje a pocas semanas de cumplirse el cuarto aniversario del video en el que Cristina Fernández revelaba la sorpresiva jugada de confirmarlo como su delfín, y a ella como su acompañante en la fórmula. Aquel 18 de mayo era el inicio de un 2019 con numerosas alegrías para el Frente de Todos y la alianza Fernández-Fernández.
Sin embargo, cuando aún no habían transcurrido ni cuatro meses de gestión, un extraño virus que primero azotó China se encargaría de darle el primer mazazo al que el propio Jefe de Estado había caracterizado como “el Gobierno de los científicos”. El 20 de marzo de 2020 Argentina establecía un Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO) que terminaría golpeando fuertemente casi todas las areas económicas del país, incluso las que gozaron de algún tipo de asistencia o ayuda estatal.
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De todos modos, aquella compleja e inédita situación era una oportunidad para el Presidente, que logró constituirse en figura protectora frente al negacionismo atizado desde sectores de la oposición. Sobre todo durante esas primeras noches de cuarentena, mediante cadenas nacionales y gráficos estadísticos, conferencias de prensa junto a líderes opositores, mensajes que intentaban llevar tranquilidad a la población.
Irónicamente, sería justamente un evento vinculado a la pandemia el que terminaría con la corta primavera albertista: tan sólo dos fotos tomadas el 14 de julio de 2020 durante el cumpleaños de Fabiola Yáñez, la Primera Dama, bastarían para hundir la imagen presidencial.
La revelación de las imágenes, en agosto de 2021, representó el principio del fin de toda credibilidad presidencial y fue blanco de críticas desde todos los ángulos. Pero lo cierto es que para entonces las cosas ya no venían bien en la coalición de Gobierno.
Las internas condicionaron la administración del Frente de Todos desde el primer día y hasta la actualidad, con fuertes cruces y operaciones mediáticas que en más de una oportunidad amenazaron con fulminar el espacio. También la falta de una mesa política que diera voz o participación a sus 17 partidos, y así superar el simple loteo de areas del sector público resuelto en diciembre de 2019.
En 2020, Alberto Fernández anunció una intervención por decreto y posterior envío al Congreso de un proyecto de ley de expropiación de los activos de la Vicentin, la cerealera señalada por vaciamiento y responsable de cuantiosas maniobras financieras fraudulentas durante el macrismo. La indecisión y marcha atrás del propio mandatario, un gesto que devendría característico de su mandato, terminó dando por tierra aquella oportunidad para que el Estado pusiera un pie en un sector tan clave como opaco del sector agroexportador.
Y por si el frente interno no fuera poco en un país como Argentina, ese año sobrevendría otro impacto externo para la economía. El conflicto armado desatado en febrero de 2022 con la invasión rusa a Ucrania complicaría la ya desigual salida de la pandemia, disparando un proceso inflacionario a escala global que presionaría aún más a la escalada en los precios que afecta a nuestro país hace ya dos décadas.
En el terreno local, los mencionados cortocircuitos al interior del Ejecutivo no cesaron y volvieron a encontrar un pico cuando semanas antes de los comicios de medio término con la renuncia de Juan Pablo Biondi, uno de los hombres más cercanos y de mayor confianza de Alberto Fernández. Días antes Cristina Kirchner lo había cuestionado de montar «operaciones de prensa» en su contra.
No sería la primera ni la última renuncia en el gabinete: la lista inicia con María Eugenia Bielsa, por entonces al frente de Desarrollo Territorial y Hábitata, a fines de 2020; le siguió la renuncia del sanitarista Ginés González García, protagonista del escándalo etiquetado por la prensa como “Vacunatorio VIP”; y Marcela Losardo, una de las manos derechas de Alberto.
De todos modos, no fue hasta septiembre de 2021 que la coalición volvió a quedar al borde del quiebre. A las primarias legislativas adversas para el oficialismo, le sucedieron las renuncias del ministro de Ciencia y Tecnología, Roberto Salvarezza; la ministra de seguridad, Sabina Frederic; Nicolás Trotta, al frente de Educación; Daniel Arroyo, quien tenía su cargo Desarrollo; Luís Basterra, (Agricultura, Ganadería y Pesca); Santiago Cafiero (Jefe de Gabinete) y Wado de Pedro (Interior), entre otros funcionarios.
Al tendal de renuncias de aquellos días se sumaron Felipe Solá, quien en plena gira diplomática se enteró que cedía su lugar de Canciller a Cafiero. Otro caso es el de Agustín Rossi: debió dejar el Ministerio de Defensa por una disposición presidencial que establecía que quienes fueran candidatos no podían permanecer en el gabinete.
Varios rectificaron su decisión, otros no. En cualquier caso, el resultado fue más fragmentación, recelo y desconfianza entre las dos figuras fuertes de la coalición de gobierno.
Luego, en junio de 2022, sería el turno del ministro de Producción, Matías Kulfas, en medio de sus fuertes críticas a la política energética -en manos del kirchnerismo- y la licitación del gasoducto Néstor Kirchner. Era otro “funcionario que no funciona” -uno de los dardos más recordados de la Vicepresidenta- al que el Presidente le soltaba la mano.
Sin embargo, el golpe más duro vino desde el Ministerio de Economía, cuando el 2 de julio del año pasado Martín Guzmán dio el portazo de forma intempestiva, desatando una corrida cambiaria y un horizonte económico más que sombrío. El hasta entonces encargado de las finanzas argentinas dejaba como legado una renegociación incumplibe y perniciosa con el Fondo Monetario Internacional, principal cuestionamiento desde los sectores más progresistas del Frente de Todos.
Tras el breve interregno de Silvina Batakis, la cartera económica quedó a cargo de un casi plenipotenciario Sergio Massa. Por esas horas y en respuesta a los movimientos en el Gabinete, también dejaría su cargo el entonces Secretario de Asuntos Estratégicos Gustavo Béliz, otra personas de confianza del Presidente.
Pese al entusiasmo oficial, la realidad no acompañó la meta inflacionaria de entre el 4 y el 5% planteada por el Gobierno, minando así las aspiraciones políticas del ex intendente de Tigre. A todo esto, el tosudo intento por cumplimentar el acuerdo con el FMI en materia de reservas hoy se ve fuertemente condicionado por una de las peores sequías que haya atravesado el territorio argentino en su historia, volviendo inútiles subsidios al agro (los distintos dólares soja) para fomentar el ingreso de divisas.
A la tensión social producto de la suba en los precios de la canasta básica y el ajuste sobre el gasto pública requerido por el Fondo, se suma ahora una nueva escalada de los dólares paralelos. En este contexto, y al igual que en cada una de las anteriores crisis del Frente de Todos, la interna aflora y varios resultan heridos. Esta vez, el jefe de asesores del Presidente, Antonio Aracre, quien debió presentar su renuncia luego de que lo vincularán a trascendidos para desestabilizar al ministro de Economía.
Hoy, con las elecciones presidenciales a la vuelta de la esquina, varios actores no tienen otra alternativa que abandonar el suspenso y definir sus planes a futuro. Cristina Fernández ya lo había hecho tras la condena en su contra, con la denuncia de proscipción en su contra que aún hoy deja abierta algunas incógnitas sobre qué rol ocupará en el armado que se viene. En el campamente de enfrente, Mauricio Macri hizo lo propio semanas atrás, con un renunciamiento que reponde más a las encuestas que a una pretendida deposición altruista o desinteresada.
Ahora fue el turno de Alberto Fernández, bajándose de una reelección más que improbable y allanando así el camino a la construcción (o re construcción) de candidaturas más viables del Frente de Todos.
“Durante estos años soporté críticas y maniobras de desprestigio”, señaló el Presidente en su video de renuncia, a lo que agregó: “nunca respondí”. Y lleva mucha razón. Es que al trío de pandemia, guerra y sequía que debió enfrentar, sería justo agregar la continua interna que persistemente socavó su investidura y poder, y de la cual es en parte responsable y partícipe. También es cierto que no respondió, ni a los cuestionamientos gratuitos ni al reclamo por políticas que de una vez por todas, como prometió en campaña, den respuesta a los últimos antes que a los primeros.