Por Leo Vázquez | Claudio “Tano” Marciello es, sin dudas, uno de los guitarristas más destacados del rock duro del país, y eso, más allá de gustos o preferencias, se verá rubricado esta tarde cuando sea junto a su banda CTM el encargado de abrir la jornada del Luna Park que tendrá como protagonista a Steve Vai, uno de los dioses del Olimpo de las seis cuerdas.
Dueño de un virtuosismo metalero ultramelódico inconfundible, con sus solos cantables, sus arreglos e incursiones en ritmos folklóricos y hasta en el tango ha cultivado un sonido personal que lo distingue de manera inequívoca tanto en su trayectoria en Almafuerte, donde permaneció desde el inicio en 1995 hasta la despedida en 2016 junto a Ricardo Iorio, dejando un legado de trece discos, como en su carrera solista, que entre 2001 y 2023 ya le permitió registrar siete álbumes.
Esta noche brindará un set con clásicos instrumentales de Almafuerte junto a un repertorio de su actual formación cuya baterista es su hija, Melina Marciello, y cuyo último trabajo, Emergencia, ya puede escucharse en todas las plataformas.
En esta charla en AM 530 Somos Radio para el programa TDK y para Canal Abierto, el Tano Marciello recorre su infancia en el barrio Olivares de San Justo, donde todavía vive su madre, las primeras guitarras, las primeras juntadas en casas de amigos, el salto a las salas de ensayo y aquellas influencias originarias del rock internacional y de la escena local de la década del 70. Además, claro, su actualidad y la gran fecha de esta tarde.
¿Cómo estás?
– Bien, ahora estaba con mi vieja y siempre vengo en la semana a revisar cómo está, vengo a acomodar un poco los remedios, a ver si le falta algo, vivimos a 15 cuadras. La tuve que ir a buscar a Italia porque ya estaba grande, fue un viaje doloroso y rompe pelotas con todo este encierro de mierda.
¿En el barrio de siempre?
– Yo ya fui de la generación que fue despegando del barrio, porque ya me metí con este mundo de la música y disparaba de acá. Acá en mi barrio puntualmente éramos tres los que estábamos con eso, después se dedicaron otra cosa y después tuve que despedirme cuando ya no tenía músicos para tocar acá. Me iba al mediodía y empezaba en Villa del Parque y después de ahí me iba Moreno, andaba con un equipo de 30 watts. Después empezaron a aparecer las salas de ensayo y bueno, muchas horas también hasta que con el tiempo habilité un sótano en mi casa.
Por ahí también viste a Spinetta…
– En el año 74, yo tenía 11 años, me llevó mi hermano al cine Select y entré a ver a Invisible, porque uno de la colectividad del cine era paisano de mi vieja. Entonces me hizo entrar y me hizo parar en el fondo de la última butaca entre el telón de la entrada y pude ver a Spinetta, Pomo y Machi.
Tu hermano tiene que ver en que vos seas músico, ¿no?
– Sí, obviamente, él y mi viejo. Mi hermano me llevaba siete años. Toda la familia tanto de mi vieja como la de mi viejo se instalaron en esa zona de San Justo, eso era todo campo y ahí después mi viejo se hizo la casa y a los cuatro años vendió y vinimos para acá donde estoy ahora, y pone una disquería porque se queda sin laburo porque cierra la fábrica. Él estaba en un balancín y empieza a laburar por medio del padrino que era intermediario de gaseosas y discos y agarra el camión y salía a repartir y cuando venía abría la persiana porque teníamos como un local en la casa, así que yo de chico crecí escuchando música y realmente buscaba lo que me gustaba.
Difícil en esa época tener un montón de discos a tu disposición…
– Había escuchado a Sandro, escuchaba a Lafayette, escuchaba Oscar Alemán y después bueno, mi hermano dijo “papá, trae a los Beatles, trae Creedence, a los Rolling”, porque acá no había lugares como para comprar eso.
Y así también bandas nacionales que empezaban a aparecer, pero digamos que el fuerte de todo es mi hermano Pablo, el que trae el mundo de la guitarra y trae la guitarra eléctrica.
¿Cómo empezaste con la guitarra?
– La guitarra siempre estuvo de por medio. Siempre quise tocarla y aprendí a tocar por mi hermano que me pasó unos acordes y yo me desenfrené y empecé a hacer pequeñas melodías y de ahí me di cuenta que se podía puntear.
Empecé a mandar y a escuchar propagandas de televisión, a sacarlas con una o dos cuerdas, después a encontrar acordes, pero yo pienso que una vez llegué de la escuela y vi un disco arriba del combinado, vi una cara de un negro, que era el disco Héroe de guerra de Jimi Hendrix, y había otro álbum más en vivo. Ahí escuché la versión en vivo y eso me rompió la cabeza, pero a la vez también venía escuchando Pescado, Almendra, Manal, El Reloj, había ido a ver a Invisible.
¿Y las primeras bandas propias?
– Yo empecé a tocar y mi hermano tenía su grupo y acá solía haber muchos grupos. Tenía siete u ocho años cuando me regalaron mi guitarra, porque pasé de grado. En la primaria había un día que era los viernes que había maestros que decían a los chicos que el que tuviera guitarra que la llevara para tener una hora de música, y entonces los pibes todos estudiaban folklore.
¿De ahí viene esa influencia del folklore?
– Eso viene de curiosidad, porque cuando empiezo a viajar, venían pibes y me pedían que le firme la guitarra. Les preguntaba si tocaban y algunos tocaban chacareras y eso me despierta en interés por una cuestión tradicionalista más que nada.
Y también el tango
– Me gustaban las orquestas de tango, no le daba mucha bola a la letra. Ahora yo escucho tango de vez en cuando pero para disfrutar, no me enrosco en sacar porque hay guitarristas que tocan tangos terribles, pero el que a mí me rompe el cerebro cuando lo escucho y lo veo tocar es Juanjo Domínguez. Cuando lo escucho me rio, por el ingenio que tiene.
¿Cómo controlaste el miedo a volar en avión?
– Fui muy tóxico, entonces me agarraba unos carajos terribles y subía al avión, agarraba los salvavidas y se los tiraba a la gente, en una época que te daban bebidas, pero después lo suspendieron. Bueno, después viene la parte que empecé mi vida sobria. Digamos de que está todo bárbaro, pero si puedo evitarlo mejor.
Tenés una gran relación con los Mollo y los Divididos. De hecho a Ricardo lo invitaste a cantar en tus discos…
-Sí, es una canción que se llama Aquí, temaso, es uno que eligió Ricardo. ¡Me arrebató una canción! Iba a cantar en un disco mío, que fue el primero que edité, Puesto en marcha, y resulta que cuando yo tenía que dejar en estudio Ricardo estaba tomando mate en La Paz, porque estaban de gira y digo bueno, ¿qué hago con la canción? y Ricardo dijo “cantala vos”, así que quedó eso desde el 2001. Y cuando estaba haciendo el disco CTM, se entera Ricardo y dice “quiero saber de qué se trata”. Le mando todo y le digo “acá tocá, cantá, hace lo que quieras, fíjate”. Me acuerdo que entré en el estudio un viernes, sábado y domingo, creo que apareció un sábado a la tarde, me dice “vine a cantar Tano”, ¿pero vas a tocar?, “no, quiero cantar”. Bueno, ¡listo! Le armaron el set, se sacó las zapatillas, pidió miel, té y empezó a cantar. Después quería cantar otro y bueno, cantó otro tema, y después dice “pone otro que te canto otro”, “no, no, no te quiero más”, todo de una manera muy cariñosa. Pero vino con toda la predisposición y aparte siempre que se entera que voy a entrar al estudio suena el teléfono: “Tano, ¿necesitas viola, pedales, equipo?”. Cuando el tipo se entera aparece al toque.

¿Cómo surgió lo de esta fecha con Steve Vai?
– Aparentemente no tenía músicos invitados ni teloneros en la gira, así que el productor le propuso esto y le funcionó. Querían que toque criolla, tipo acústica, le dije “no, mandale un saludo grande”, ¿qué querés que toque, Lunita tucumana? Para eso llamá a Luis Salinas que es un maestro tocando eso… ¿cómo voy a tocar la criolla yo? Yo toco rock pesado. Así que bueno, se destrabó esa parte y se lo hicieron escuchar y parece que dijo que sí, que le parecía bueno.
¿Y a vos que te pasa con Vai?
– Es un guitarrista planetario, es uno de los que pasaron por mi oído, como Van Halen, como Gary Moore, como Steve Morse, Jeff Beck, Joe Satriani, Marty Friedman, Yngwie Malmsteen, Jack Winter, Jimi Hendrix…
Eso entre los 80 hasta los 90, pero después ya me empiezo a abocar más a lo que yo hago, a componer canciones, a hacer discos, estaba en una banda como Almafuerte que sacaba un disco cada dos años, me gustaba mucho arreglar las canciones, hacer listas y componer, y ahí ya es como que dejo un poco de escuchar guitarristas.
¿Qué podes decir sobre la guitarra de tres mangos que trae para este show?
– Está totalmente demente el tipo, tiene un doctorado musical, es psicólogo en música y no sé qué otro título tiene, estudió muchísimo y aparte toca como la puta que lo parió, tiene mucha habilidad, tiene armonía, tiene digitación, tiene modos de escala, estudios por medio académico, es rocker para tocar, la tiene re atada.

¿Te da curiosidad esa guitarra?
– No, vos sabés que yo soy de las seis cuerdas. Una vez un muchacho tenía un Ibanez de siete cuerdas, me puse a tocar y a los cinco minutos dije “esto no es para mí”. Yo seis cuerdas, cuerdas calibre 0.9, un cable, un overdrive, un equipo con saturación y un delay puesto en la senda de efectos. Y si no, ahora estoy usando un modulo que se llama Fractal, que tengo dos botones, uno para la base y otro para el solo. El overdrive es para dar sustain, porque las bases las hago con la saturación del cabezal, como si fuese crunch, pasado un poquito pero no con el gain al mango, así grabo. Lo que sea reverb o delay se lo hago poner al técnico o al sonidista de la mesa.
¿Y las guitarras?
– Por ejemplo al Luna voy a llevar mi Ibanez, que es la de toda la vida, porque me acompaña siempre, la tengo desde el año 80 y es del 78. Y la roja, esa que vieron en la publicidad, la Bagual de Marcelo Bray, un lutier de Bahía Blanca.
Estoy muy agradecido por todos los mensajes que recibí cuando se enteraron de que iba a tocar en Luna Park con Steve Vai, un montón de cosas, alegrarse, eso lo recibí con un cariño terrible y estoy muy agradecido.
Texto: Leo Vázquez. Entrevista realizada en el programa TDK, en AM 530 Somos Radio, por Silvio Soler, conductor y productor del ciclo, y Leo Vázquez de Canal Abierto.