Redacción Canal Abierto | Como el pato criollo: a cada paso… Así parecía caminar la política exterior de Javier Milei en sus primeros seis meses, siempre y cuando evaluemos como torpeza o ignorancia los sucesivos y sistemáticos errores, metidas de pata y exabruptos para con líderes o naciones extranjeras.
Nos referimos a insultos gratuitos como los que por estas horas repitió el Presidente respecto de su par brasilero, Ignacio Lula de Silva, a quien volvió a tildar de “comunista y corrupto”. Sobre esto último, el argentino parece no haberse enterado que antes de presentarse a las últimas elecciones, todas las instancias judiciales echaron por tierra las causas armadas contra quien hoy lidera una de las economícas más grandes del mundo.
“Dijo muchas bobadas, debe pedir disculpas”, había considerado el presidente de la nación que desde hace décadas es la principal socia comercial de Argentina. Milei, en cambio, continuó con los agravios y resolvió no asistir a la próxima cumbre del Mercosur en Paraguay para evitar un cruce con el brasilero. Y lo que quizás sea una afrenta aún más grave, confirmó que el sábado viajará a Brasil para una cumbre de acción conservadora organizada por Jair Bolsonaro.
Mención a parte merece el rechazo argentino, apenas asumió la actual administración, a formar parte de los BRICS, oportunidad comercial y geopolítica única que supo gestionar el propio Lula y desaprovechar la canciller Mondino.
Volviendo al término “comunista”, este resulta más payasesco en boca de Milei, sobre todo luego de que en Davos lo repitiera como calificativo de la elite financiera mundial. “Están cooptados por una visión que conduce al socialismo”, le soltó al grupo de multimillonarios a quienes, en vez de maltrtar y aleccionar, debía seducir para que inviertan en Argentina.
Otro pifie reciente es el que aún hoy mantiene con Bolivia. Sin necesidad ni nadie le consulte al respecto, el mandatario anarco capitalista insiste en que el intento de golpe de Estado contra Luis Arce fue un “fraude montado”, desconociendo incluso la causa judicial que tramite en el país vecino, uno de los principales exportadores de gas de la región.
Por estas horas, Milei posteó un texto encriptado en la red social X -su medio natural- en el que definió lo que el llama un “perfecto dinosaurio idiota”. En pocas palabras, ensayó una defensa de estas dos últimas arremetidas diplomáticas, cuestionadas incluso por el meinstream mediático que hace meses viene haciendo las veces de vocería presidencial alternativa.
Sin embargo, lejos de tratarse de yerros excepcionales, es largo el listado de crisis diplimáticas en los últimos seis meses, empezando por la que tuvo como protagonista a Pedro Sánchez. Mientras la recesión hacía estragos en la producción y el empleo argentino, el Presidente realizó un viaje personal (aunque financiado con fondos públicos). Y desató su incontinencia verbal contra el Jefe de Estado español, que no tardó en retirar a la embajadora en Buenos Aires.
También pasaron por situaciones similares el presidente de México Andrés Manuel López Obrador (a quien tildó de “ignorante”) y el colombiano Gustavo Petro (lo caracterizó como un “un asesino terrorista”). Para no aburrir, evitaremos mencionar aquí los dardos arrojados tanto por Milei como por el venezolano Nicolás Maduro.
Más grave aún, por sus implicacncias financieras, es el caso chino: en campaña y luego el mando del Ejecutivo, el ultraderechista argentino no ahorro en comentarios negativos respecto de la gran potencia asiática. Incluso se animó a amagar con tímidos reconocimientos a Taiwán, lo que Beijing considera como una delgada línea roja en materia diplomática.
No obstante, el líder La Libertad Avanza tuvo que pasar del griterio anticomunista al reconocimiento de China como socio estratégico, además de acreedor clave con el famoso swap en yuanes. El recule llegó al punto que la canciller Diana Mondino -la de la frase “los chinos son todos iguales”– tuvo que organizar la visita de Milei a Xi Jinping, aún con fecha a confirmar.
Entre tanto vituperio casi infantil, mas serio y dramátioco es el respaldo irrestricto a los crímenes cometidos por Israel en Gaza, quebrando así la histórica posición de neutralidad que Argentina mantuvo ante cada conflicto bélico. “No está cometiendo ni un solo exceso”, dijo Milei sobre la campaña militar que ya se cobró la vida de más de 40 mil palestinos y que tiene a Benjamín Netanyahu como principal acusar de crimines de guerra.
Sobre esto último, la innecesaria intromisión fue un paso más allá con el anunció de una supuesta mudanza de la Embajada argentina a Jerusalén, cosa que hasta el momento no ocurrió pero que en tal caso significaría una provocación que no ni al mismísimo Donald Trump se le hubiera ocurrido pedir. Es a una plausible victoria electoral del multimillonario platinado y su retorno a la Casa Blanca es hoy la gran apuesta del Gobierno argentino, sobre todo en materia de recursos financieros (Washington controla las decisiones del FMI, el prestamista por excelencia del ministro Caputo).
No caben dudas, la Argentina camina hacia un cada vez mayor aislamiento del mundo. Ahora bien, ¿es producto de errores no forzados, torpeza o la inexperiencia de un espacio repleto de lo que en política llaman “paracaidistas”? Parece más bien lo contrario.
Mediante conflictos de baja intensidad, el régimen libertario va tachando -es cierto, con mucho ruido pero siempre sin poner en riesgo los negociados existentes- a la gran mayoría de naciones que apuestan a un mundo multipolar, propio de esta época. Buenos Aires, en cambio, va a la inversa: Milei no juega a varias bandas para así reducir las dependencias históricas con grandes polos de atracción, se alinea sin importar el cómo, cuándo, por qué o a cambio de qué, abandona de antemano toda estrategia diplomática.
Corremos el riesgo de que, llegado el día, sea un poco tarde para mirar más allá de Estados Unidos y el mundo nos quiera cobrar caro una marcha atrás.