Redacción Canal Abierto | El viernes 28 de febrero, en la víspera de un fin de semana largo, los 485 trabajadores de la Dirección Nacional de Emergencias fueron despedidos vía correo electrónico. Así, la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, daba por cerrado el único organismo encargado de enfrentar catástrofes y emergencias.
Con tan mal tino –en el marco de fenómenos extremos cada vez más frecuentes- que la medida llegó apenas una semana antes de la trágica inundación de Bahía Blanca que, según informó el intendente Federico Susbielles, afectó con daños graves al 70% de la población, desbordando la capacidad que podría tener un municipio para dar una respuesta acorde. Para atender este tipo de situaciones, justamente, estaba la Dirección Nacional de Emergencias.
Así lo explicó en los estudios de Canal Abierto, Daniela Romero, trabajadora social con 19 años de antigüedad y una de las virtualmente despedidas por la administración libertaria. Ella habla de “despidos encubiertos”, porque si bien esta semana llegó el ansiado decreto con el pase a disponibilidad para los 1000 trabajadores que eran de la planta permanente de Capital Humano hasta fines de febrero, las distintas áreas del Estado tienen la orden de seguir adelante con los recortes de personal, por lo que su reubicación aparece como más que difícil.
“Desde la Dirección nos ocupábamos de brindar una respuesta integral, por eso contábamos con profesionales del trabajo social, la psicología, de las ciencias políticas, con médicos, psicólogos, entre otros”, precisa Romero sobre la conformación de esta repartición del Estado.
Y cuenta: “Y bien se tenía conocimiento de la emergencia o el desastre, un equipo salía a hacer una evaluación de daños”. Luego, si era necesario, el abordaje continuaba con la llegada de otros equipos al territorio. Por eso, las y los trabajadores del área tenían que estar siempre preparados: tenían guardias pasivas y, en la oficina, un bolsito con ropa y elementos básicos por si tenían que viajar de improviso.
La Dirección se había conformado tras la tragedia de Cromañón, en 2006, e intervino en casos tan paradigmáticos como el alud en Tartagal en 2009, cuando los trabajadores permanecieron en territorio durante un año entero. También con las cenizas en Bariloche, con el tornado en San Pdero, Misiones, entre otros hechos.
“Lo que no se tiene en cuenta con esta lógica de llevar un colchón y nada más, es que a las familias se les hizo un parate en la vida y que hay acompañar también en lo emocional, y para eso estábamos los trabajadores sociales, los psicólogos, para pensar en estos espacios que hay que atravesar, porque es un duelo”, afirma la trabajadora al referirse al tipo de intervención que está desplegando ahora en Bahía Blanca el ministerio de Capital Humano, que se reduce al envío de mercadería.
“En cada una de las emergencias aprendimos que no es solo perder lo material, que puede llevar mucho tiempo en recuperarse, pero también es perder la foto del ser querido, los recuerdos, la cotidianeidad. Hay que pensar en las infancias y en cómo hacer actividades recreativas para ellos, en cómo se retoman las actividades, en acompañar a las escuelas o a los clubes”.
“Para esto –aclara- estaba la Dirección de Asistencia a Instituciones que también se cerró, donde por ejemplo podíamos articular si un club había perdido todo su equipamiento, o si hubo daños a la infraestructura, porque estaban los arquitectos para evaluar qué se podía hacer”, detalla.
“Estamos muy impactados porque perdemos nuestra fuente de trabajo, somos 485 personas que dejan de tener un ingreso para sostener a sus familias, pero además, tenemos un compromiso por la población, y eso nos hace preocupar muchísimo por lo que pasa en Bahía Blanca”, expresa Romero.
Entrevista: Elisa Corzo