Por Carlos Saglul | El blindaje mediático que protegió hasta ahora a la administración de Mauricio Macri no tiene antecedente por su magnitud. Las reciprocidades también han sido importantes. La fusión de Cablevisión y Telecom (con mayoría societaria del Grupo Clarín) constituyen una concentración sin parangón. A pesar de ello, fue recientemente autorizada por la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, y con su decisión dio origen a la empresa más importante de la Argentina.
Mientras Clarín crece, a su alrededor no dejan de achicharrarse empresas de medios. América, Del Plata, El Mundo, Rivadavia son sólo algunas de las radios que han sido vaciadas, están al borde del cierre o serán rematadas. Decenas de diarios cerraron en el interior del país. Lo mismo sucedió con la agencia Diarios y Noticias (DYN), la más grande del sector privado. Clarín y La Nación se deshicieron de gran parte de su personal por medio de retiros voluntarios. Cerraron revistas y publicaciones del Grupo Televisa. Quedan apenas dos grandes medios opositores: el Grupo Octubre, propietario de Página 12, y C5N, y sus titulares están con grave riesgo de ser detenidos por delitos fiscales o presos sospechados de defraudación al Estado en procesos ampliamente cuestionados.
Miles de despidos se fueron sumando ante una inacción sin límites del Ministerio de Trabajo, lo que posibilitó que en muchos casos periodistas con más de treinta años de trabajo lo perdieran sin indemnización. Primero se dijo que eran “ex medios K”, que desaparecían por falta de financiamiento. Pero el cierre de DYN y las purgas en Clarín y La Nación dejaron en claro que se trataba de mucho más: se estaba reconfigurando el mundo de los medios.
Le llegó el turno a los medios públicos. La TV Pública ya no trasmite informativos sábado y domingo. Las oficinas de Producción de Contenidos han desaparecido.
En Radio Nacional, fueron reducidos los espacios informativos, se hicieron menos boletines, se incorporaron micros sobre temas diversos dentro de los panoramas reduciendo así el espacio para las noticias. También se retacearon las horas extras y se llevó adelante un plan de jubilaciones anticipadas y retiros voluntarios. En el Congreso, la nueva mecánica establece que haya un periodista acreditado para las coberturas sólo hasta las 21, lo que lo obliga a irse casi siempre antes de la votación, independientemente de la trascendencia de la Ley que se esté tratando. En tanto, en Casa Rosada la periodista acreditada se jubiló y no fue reemplazada.
La orden es que, mientras se juegue Mundial, los boletines posteriores a cada partido de dedican exclusivamente a él, nada de noticias. Así, jamás se informó sobre la marcha del personal de Télam al CCK, la represión en Chubut o a los estudiantes de la UBA.
Los primeros despidos se dieron en Radio Nacional, unos 17. Los cesanteados son todos periodistas. DeporTV, Paka-Paka, Encuentro y TV Pública Argentina fueron diezmados. Ahora van por Télam y dejan en la calle a 357 trabajadores de prensa. Se temen nuevos despidos en todos los medios públicos, a los que les adjudicaron un Presupuesto degradado.
Cuando Télam fue creada -en 1945 por inspiración del entonces presidente Juan Domingo Perón-, su intención era enfrentar al monopolio norteamericano del tráfico de información. Se establecieron así agencias en el interior del país y en el exterior. Las mismas que el PRO está destruyendo al despedir a todo su personal.
Y es que Mientras Macri sueña con establecer «relaciones carnales» con los Estados Unidos, es mimado por los grupos monopólicos locales. Como es lógico, no parece interesado en garantizar la pluralidad de voces que deben garantiza los medios estatales.
A los comunicadores que ante escándalos de corrupción o episodios de represión blindan al Gobierno desde los medios hegemónicos, pretenden que se sumen otros, sobrevivientes y domesticados. “No quieren periodistas rebeldes frente al Poder, al servicio de la comunidad y no de los funcionarios del partido de turno”, señaló uno de los despedidos de Télam en conferencia de prensa.
Vienen épocas difíciles para el Gobierno donde deberá hambrear al pueblo. No alcanza con duplicar las fuerzas de la Gendarmería ni sacar a la calle al Ejército hasta ahora inhibido de actuar en la represión interna: necesita una república sin periodistas.
Serán publicistas, que jamás se animaran a ser coherentes con su función de informar al pueblo como quería Rodolfo Walsh: “Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.
Fotomontaje: Nuestras Voces