Redacción Canal Abierto | La Secretaría de Ciencia y Técnica cuenta para 2019 con menos pesos que en 2016 y 2017, y una reducción en términos reales de un 30% respecto de los fondos asignados en 2013 y 2015.
Claro está que este estrangulamiento presupuestario no es novedad, sino más bien una política de Estado que se ve reflejada en los recortes que viene sufriendo el área año a año: del 1,53% del presupuesto total en el 2016, pasó al 1,4% en 2017, y ahora al 1,22% en 2018.
Sin embargo, el ajuste no sólo es una cuestión de cifras y porcentajes, detrás hay proyectos truncos: sea de diversos desarrollos productivos -por ejemplo, ARSAT-, o bien de profesionales formados en Argentina que no encuentran alternativa más que migrar a otras naciones deseosas de cerebros para la investigación científica.
En la Argentina de Cambiemos, la investigación se convirtió en una carrera privilegiada a la que logran acceder unos pocos. Es que las oportunidades no sólo mermaron dentro del CONICET -el organismo más importante en la materia a nivel país-, sino también en entes descentralizados como INTA, INTI, CNEA y CONAE. En todos ellos los despidos se contaron por centenares, y las contrataciones a cuentagotas.
En una reciente entrevista con Canal Abierto, el célebre biólogo molecular y director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias del CONICET-UBA Alberto Kornblihtt no dudaba en asegurar: “Este Gobierno desprecia la ciencia y tecnología”.
Hace aproximadamente un mes se conocieron los resultados de la convocatoria 2018 de ingreso CONICET: de 2500 candidatos, sólo ingresaron 450. Es decir que, producto del ajuste y los recortes al sector, cerca de 2050 doctores (grado y posgrado, formados en universidades nacionales por más de 12 años) quedaron excluidos.
“Hace tres años que Macri y Barañao pusieron fin a una política de crecimiento y expansión del CONICET y discontinuaron el Plan Argentina Innovadora 2020, que preveía aumentar la cantidad de científicos en el país. Hoy cientos de jóvenes investigadores piensan en irse al exterior: Estamos viviendo una nueva fuga de cerebros”, aseguró a Canal Abierto el bioquímico, diputado nacional y ex presidente del CONICET, Roberto Salvarezza.
El deterioro es indiscutible, y se vuelve evidente al observar los números del programa Raíces, creado por el gobierno anterior para repatriar científicos. Hasta 2016 logró el retorno de casi 1300 investigadores, a un promedio de 102 por año. Con el macrismo, en 2017 y 2018, sólo regresaron seis.
Por otro lado, aquellos que sí logran mantenerse en carrera tampoco viven un paraíso laboral. Por poner un ejemplo, un becario doctoral con dedicación exclusiva, esto quiere decir que no puede tener otro trabajo, recibe como salario unos 23.700 pesos, cuando hasta hace un mes la canasta básica se calculaba en torno a los 26 mil pesos.
En este derrotero de desguace que golpea, esta semana el tema volvió a la agenda pública luego de que Marina Simian, científica del CONICET, participara en el programa “Quién quiere ser millonario» para conseguir fondos para sus investigaciones. «Hay mucha demora» -aseguró- en el pago del presupuesto que asigna el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) y detalló que los 500 mil pesos que ganó la ayudan a «salvar el año».
A aquella intervención televisiva, en las últimas horas se sumó la renuncia de la socióloga e historiadora Dora Barrancos al Directorio del Conicet. Tras ocho años de mandato, su decisión se debe a que los científicos Mario Pecheny —nombrado como su sucesor hace un año— y Alberto Kornblihtt, quien iba a estar en el campo de las Ciencias Biológicas y de la Salud, nunca fueron incorporados.
“Persiste una mirada mercantilista de la ciencia que instauró la dictadura”