Por Néstor Espósito | Hay más información en los chats entre los investigados por el intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner. Información que todavía no ha sido revelada y que probablemente se mantenga oculta so pretexto de garantizar el éxito de la investigación. Pero en el entrecruzamiento de datos, conversaciones, alusiones, activación de antenas, mensajes cifrados y otros borrados, se perfilan los caminos que pueden derretir el iceberg. Lo más grande está debajo de la superficie. Lo que aparece en superficie son unos cuantos marginales a quienes claramente les comieron el cerebro con una megalomanía de trascendencia histórica.
¿Quién lo hizo?, ¿por qué lo hizo?, ¿qué buscaba?, ¿quién se benefició? No hay aún respuestas; tal vez no las haya nunca. Acaso para seguir viviendo de este lado de la Matrix lo mejor sea que las preguntas permanezcan insatisfechas hasta dentro de 50 años.
El fiscal Carlos Rívolo no parece haber pensado hasta ahora en proponerles a los detenidos que se acojan al régimen del arrepentido. Esa herramienta fue utilizada por su colega Carlos Stornelli y por él mismo en la Causa Cuadernos. Algunos empresarios que pasaron de vivir en lujosos departamentos de 400 metros cuadrados o en barrios privados se vieron de pronto en celdas de dos por tres con camastro y letrina, se asustaron y espantaron y con tal de salir mezclaron algunas realidades y muchas fantasías que le permitieron al difunto juez Claudio Bonadio manejar discrecionalmente el relato para construir una demonización política que aún hoy persiste y tal vez tenga mucho que ver con el intento de magnicidio.
Los defensores oficiales y privados de los imputados por atentar contra la vida de la vicepresidenta tampoco optaron por ofrecerles a sus defendidos esa vía de redención que les ahorraría muchos años de prisión y, posiblemente, también recuperar la libertad. ¿Por qué no lo hicieron? Esta vez que hay sortijas para todos, ninguno se atrevió a echar a andar la calesita. ¿Por qué?
Tal vez porque en el expediente que lleva adelante la jueza María Eugenia Capuchetti las cosas no son lo que parecen. La magistrada tiene un colador en la periferia de su juzgado. Se le filtra información todo el tiempo, a menudo se enoja por esas filtraciones (por inexactas, por inoportunas) y avanza progresivamente con detenciones cuando consigue consolidar la prueba. Habrá más arrestos, pero de momento sólo lumpenaje.
¿Qué cosas dicen los chats que ya se conocieron?
– Denotan que hay más gente involucrada.
– La decisión de asesinar a Cristina Fernández de Kirchner persistió incluso después de que fallara el disparo del arma que estuvo a cinco centímetros de su cabeza.
– Hubo al menos tres planificaciones para atacar: una frustrada por descoordinación, otra por impericia y la tercera, porque fue detenida Brenda Uliarte.
– Todos saben más de lo que dicen e hicieron más de lo que reconocen.
– Es improbable que el gatillero Fernando Sabag Montiel y su mentora, Brenda Uliarte, hubieran sido pareja.
– Es improbable que Brenda Uriarte y su compañera de colegio nocturno Agustina Díaz hubieran sido sólo amigas.
“¡Qué hija de puta! se metió adentro antes de que le meta el tiro”, exclamó Uliarte la noche del 27 de agosto, después de que CFK hablara a sus seguidores luego de una jornada de extrema tensión por las vallas colocadas por el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en torno a su casa. El mensaje de Whatsapp fue dirigido a Agustina Díaz, (quien se sorprendió y le preguntó: “¿Qué pasó? ¿De qué me perdí?) minimiza el rol de Sabag Montiel al de una marioneta dispuesta a iniciar probablemente una guerra civil. Díaz quiso saber cuánto había cobrado Sabag Montiel para matar a la vicepresidenta. La respuesta de Uliarte es la demostración de que algo hay detrás. Algo que, quizá, la propia Uliarte desconozca: “No me cobró. Lo hizo porque también está re caliente con lo que está pasando. Te juro que a esa la voy a bajar. Me tiene re podrida que ande robando y quede impune”. ¿Qué le robó Cristina Kirchner a Brenda Uliarte? Por donde se lo mire, la respuesta es “nada”. Entonces, ¿quién le hizo creer que sí le robó? La respuesta sirve para empezar a desmadejar cómo se generó el intento de magnicidio.
“Te van a buscar por todos lados si se enteran de que sos cómplice de la muerte de la Vicepresidenta”, le advirtió Díaz, al tiempo que reconoció que ella también quería “meterle un tiro a esa vieja chorra”. O sea, se ofreció como pretensa sicaria para un futuro ataque. Díaz parecía dispuesta a grandes gestos. En al menos dos oportunidades le dijo “te amo” a Uliarte.
El otro dato elocuente de la existencia de un trasfondo es el plan de fuga de Uliarte. “Si llega a pasar (el crimen de CFK) me voy a otro país y hasta cambio de identidad. La tengo re pensada”. Con una sensatez que escaseó en todo el proceso, Díaz le retrucó: “¿Sabés cuánta guita necesitás para eso? No es ‘mando a matar y me mudo del país’. Te van a buscar de todas formas. Y la guita que necesites para todos los trámites”. Entonces Uliarte reveló: “Tengo algo de money, conocidos. Me voy pero antes quiero hacer algo por el país”.
Dos indicios finales. Después de la detención ciudadana de Sabag Montiel, Díaz –asustada- le recomienda a Uliarte: “Tenés que deshacerte del celular. Y cambiar el número. Borrar tu cuenta, todo”. Parece una sugerencia de sentido común. Pero hay un detalle que lo cambia todo: cuando ocurrió esa conversación aún no se sabía que el teléfono de Sabag Montiel había sido borrado ¿accidentalmente? por expertos tecnológicos de la Policía Federal. ¿Y si esa inutilización del celular de Sabag Montiel fue un mensaje cifrado al grupo de agresores para que hicieran lo mismo? Las principales pruebas de cargo en la investigación salieron de los teléfonos; ni tareas de inteligencia, ni sesudas deducciones propias de series de servicios de televisión por streaming: los teléfonos.
Por otra parte, el 4 de setiembre, tres días después de la bala que no salió, Uliarte le cuenta a Díaz que está preparando una nueva acción para, esta vez, no fallar con el intento de homicidio de Cristina Kirchner. “Otra vez”, pregunta Díaz, entre sorprendida y fastidiada. Pero rápidamente cambia la actitud y ante la invocación de Uliarte sobre sus “ovarios” para el asesinato, le responde: “Por eso te amo”.
En su delirio, Uliarte aseguró: “No es joda boluda, estoy armando un grupo para ir con antorchas, bombas, fierro todo. Voy a ser la libertadora de Argentina. Estuve practicando tiro, se usar un fierro”.
Nada de eso pasó. Tres horas más tarde, Brenda Uliarte fue detenida. El tercer intento quedó en veremos.
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Néstor Espósito: @nestoresposito
Foto: Clarín