Por Gladys Stagno | Para leer esta nota es importante tener cuatro datos: (1) Los pesticidas y herbicidas son sustancias que se emplean para combatir plagas y malezas que afectan a los cultivos. (2) La Argentina es el décimo país agrícola en el mundo, por lo que el uso de pesticidas y herbicidas es muy intenso. (3) El glifosato es el herbicida más utilizado en la Argentina en los cultivos de soja, maíz y algodón. (4) Diversos estudios han vinculado la exposición a estos compuestos con afecciones a la salud. El glifosato, en particular, fue declarado “probablemente carcinógeno” (que produce cáncer) en 2015 por la Organización Mundial de la Salud.
No es difícil concluir, conociendo esos datos, que el uso de estas sustancias pone en riesgo la salud de la población nacional, en general, y afecta la de quienes habitan en la cercanía de los campos, en particular.
En este contexto, un equipo de ocho científicos, docentes e investigadores de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), el CONICET y la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) —que hace más de una década venían trabajando con enzimas microbianas (generadas por microorganismos)— comenzaron hace unos cinco años a focalizar sus estudios en su uso para el tratamiento de sistemas contaminados con pesticidas. Es así que, a través de una técnica conocida como biorremediación, desarrollaron un método para descontaminar el agua y los alimentos que los contienen.
“La biorremediación es la aplicación de sistemas biológicos para solucionar algún problema ambiental y para remediar sistemas contaminados —explica Lorena Rojas, directora de la Licenciatura en Biotecnología de la UNQ y directora del proyecto—. Nosotros desarrollamos un sistema que está constituido por enzimas, que son proteínas con cierta actividad, en este caso la de transformar pesticidas en compuestos no tóxicos”.
En otras palabras, este producto permitiría transformar, de forma natural, el glifosato y otros pesticidas tóxicos en un compuesto que no sea nocivo para la salud. Y, por ejemplo, “limpiar” el agua proveniente de zonas contaminadas por pesticidas que se usa para el consumo, alimentos expuestos al glifosato, entre otros destinos.
Los alcances
El avance no es menor si se tiene en cuenta la envergadura del problema. En los últimos años, científicos e investigadores ambientales han comprobado que los 500 millones de kilos/litros de agrotóxicos que se utilizan en Argentina cada año no permanecen en los lugares donde fueron aplicados, sino que se esparcen y contaminan el agua y las tierras cercanas. También se ha encontrado un alto nivel de pesticidas en los alimentos que consumimos.
Más información: “Lo único que pedimos es que no sigan matando gente, no es demasiado, ¿no?”
Un informe reciente, realizado por proyecto SPRINT (Transición Sostenible de Protección Vegetal) en base a muestras tomadas en noviembre de 2021, detectó la presencia de hasta 18 agrotóxicos —como el cancerígeno glifosato— en sangre, orina y hasta materia fecal del total de los participantes argentinos (73 personas).
“Estamos terminando el desarrollo a escala de laboratorio y todas las pruebas de concepto con muestras reales obtenidas de lo cotidiano, y avanzando en la etapa del escalado (la producción a una escala mayor) de este producto —detalla la investigadora—. Por eso estamos en conversaciones y tratativas para comenzar a desarrollar la infraestructura que necesitamos para producirlo en mayor volumen”.
Hasta ahora, el financiamiento del proyecto ha sido casi en su totalidad del sector público y el equipo principal —que se completa con Yamila Santillán, Evelyn Wagner, Clara Agnello, Julieta Frescura, Tomás Frosio, Agustina Hernández y Franco Rossi— trabaja en colaboración con becarios y distintos grupos de la UNQ, como el Laboratorio de Biocatálisis y Biotransformaciones.
“Así como ésta, hay otro montón de líneas de investigación que está llevando adelante la ciencia argentina que tienen muchísimo impacto. Es fundamental apoyar al sector público para poder seguir creciendo y desarrollar el futuro científico-tecnológico del país, que es la forma de lograr el desarrollo”, concluye Rojas.
Foto (de izquierda a derecha): Yamila Santillán, Lorena Rojas, Evelyn Wagner, Clara Agnello, Julieta Frescura y Tomás Frosio. Créditos: Camila Cando / Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.