Por Sofía Alberti | La Quinta es una asociación civil fundada hace 18 años en Vera, que mutó de la mano de los sueños de los vecinos y vecinas. Enamora, moviliza y convoca con sus colores, su verde, sus decenas de voluntarios y talleres. En un momento de fuerte ataque a la niñez y la juventud, el norte santafesino cuenta con este espacio, por cuyos talleres pasan cotidianamente alrededor de 80 niños, niñas y adolescentes y se reúnen más de doscientos en las actividades abiertas y eventos. Entre ellas la realizada el sábado 29 de abril, donde la pibada se alucinó con “Luleta” una obra de circo que recorre diferentes pueblos de la mano de los voluntarios de la organización.
Habla tranquilo y con un tono decidido y dulce. Decora con una risa algo tímida cada definición contundente, lo que paradójicamente resalta su claridad. Cristian Aranda tiene 28 años. A los 15, cayó en La Quinta sin saber que un día sería el Presidente de la Asociación Civil. Un cargo formal cuya responsabilidad es compartida en la construcción colectiva donde decenas forman parte del quehacer cotidiano. Es docente de nivel primario y trabajador del programa del Ministerio Educación Nación en un secundario donde se intenta acompañar a los chicos en posibilidad de retomar la escuela y terminarla. Además, estudia psicología social y gestión cultural pública.
Define a La Quinta como su hogar, sin mucha vuelta. “Es un espacio construido día a día por un montón de gente, muchos somos voluntarios, Aunque la Asociación Civil tiene su comisión directiva, actas y cuestiones formales burocráticas, somos todos compañeros y todos decidimos y llevamos adelante tareas en que nos comprometemos”, cuenta.
Por 1999, en plena crisis económica el espacio surgió vinculado a la problemática de la discapacidad y cumplió su tarea durante más de 10 años como centro de rehabilitación para niños que no tenían una cobertura social. Era llevado adelante por un grupo de profesionales y financiado por una organización de Holanda. Con el cambio político y la llegada del kirchnerismo en 2003, muchas de estas organizaciones internacionales se fueron corriendo de la ayuda otorgada por considerar que el mapa político económico era menos crítico.
A la deriva para sostenerlo como lo que era, “decidimos abrirlo mucho más a la gente, hicimos un trabajo de tres años de consulta, de visita a los barrios para preguntar qué querían que se proyecte en la Quinta. Fue muy enriquecedor, le gente pedía espacios públicos, para que acudieran sus hijos a aprender, talleres, espacios verdes. Eso es la quinta hoy: una gran casa que brinda espacios a la infancia”, relata Cristian.
Abriendo caminos
La mayoría de los voluntarios y voluntarias son docentes y pueden sumarse desde los 14 en adelante. Desde esa edad a los 17 se trabaja mucho la grupalidad y la coordinación, una cuestión elemental porque “ellos son los que van a tomar la posta”. Hay actividades de lunes a sábados: talleres educativos, artísticos y algunos de oficio, clases apoyo escolar no sólo para hacer la tarea sino también para explorar otros lenguajes, con cocina, artes plásticas, murga, etcétera. “Vemos que a los pibes los atrapa y los hace desenvolverse, cambian la actitud”, cuenta el docente.
Concurren mayormente chicos de tres barrios vulnerables, ubicados bien al borde de la ciudad de Vera. Los que más se trasladan son los adolescentes, que vienen de zonas más lejanas. “Trabajamos con niños de 5 a 90 años”, asegura el Presidente –voluntario. La consulta se hace insoslayable:
-Y los de 90 ¿cómo se portan?
–Muy bien y nos ayudan un montón – responde entre risas.
Además, en vez de hacerse la fama y echarse a dormir, a quienes sostienen esta construcción se les generó más laburo. Desde las propias escuelas las docentes los referencian para diversas actividades de formación. Una de las últimas fue la escuela primaria del barrio, donde van la mayoría de los chicos, que los convocó para presentar el proyecto educativo de hacer circo en la escuela. “Nosotros hacemos un taller de circo social. Es una disciplina que hay que explorarla y ver qué pibes se enganchan. Le planteamos hacer algo más sistemático y tener a una persona que sepa realmente trabajar el tema del circo. Tomamos contacto con la artista Luciana Oradre “Luleta”, que con su compañero tienen una compañía de circo-teatro que recorre el país con un espectáculo muy lindo, que mezcla diferentes cuestiones”.
Luleta no vino sólo a trabajar con alumnos de 5to a 7mo grado de la Escuela Primaria N° 442 “Manuel Belgrano”. También hizo una serie de shows del 26 al 29 de abril y recorrió lugares de Vera adonde no llega nada parecido a un espectáculo como éste. La gran gala final se dio ese sábado, en La Quinta, donde con su talento y gracia enamoró a los chicos y chicas. “Una jornada más que divertida, con este proyecto se elige revalorizar la importancia de las manifestaciones lúdicas, como un modo de expresión concreto, a la manifestación de diversos lenguajes que posibilitaran a los participantes crear, imaginar, socializarse, disfrutar, aprender”, contó Aranda tras la presentación en su Facebook.
Organización, trabajo y magia
“He tenido la posibilidad de irme de Vera, no hay posibilidad de estudio ni de trabajo, son carencias que se repiten para los jóvenes. Pero todos los días me enamoro de este lugar, La Quinta para mí es mi casa, estoy todo el tiempo que puedo. En mi adolescencia quería ser asistente social y no podía porque estaba a 70km y no lo podía pagar. Pero la vida me dio el trabajo social que estaba buscando. Derribé muchos prejuicios y aprendí andando en los barrios con la gente”, afirma el joven que en poco tiempo habrá pasado más tiempo dentro de La Quinta que fuera de ella.
“Es un espacio abierto comunitario, no tenemos religión, ni un partido político, aunque hacemos política en la búsqueda del bien común, de transformar la realidad, de la participación y la organización social. La gente puede creer en lo que quiera y votar a quien se le ocurra. Obviamente tenemos principios, pero es libre en ese sentido. Apostamos a la infancia, que es una generación junto a la adolescencia que necesita ser acompañada. Apostamos nuestro tiempo, ganas, frustraciones también porque hay cosas que no salen como queremos que salgan, pero estamos acá al pie del cañón”, profundiza.
La Quinta de Vera está con las puertas abiertas y el mate caliente, esperando a artistas, educadores, comunicadores, cineastas, fotógrafos, todos aquellos que quieran ser voluntarios y laburar a la par de todas y todos, una hora, un día, un mes o la vida (ver contacto más abajo). De hecho ahora sueñan con un Centro Cultural Rodante para recorrer los barrios.
El espacio ofrece y exige muchas cosas. Pero las recompensas son enormes. “Un niño en la escuela, al terminar la función de Luleta, me pidió hablar conmigo a solas, y me dice: ‘Profe, yo quiero llevarme una burbuja a mi casa, de esas que salen del balde, para mostrarle a mi mamá’. Esa inocencia, esas ganas de compartir lo vivido con aquellos que amamos, sé que no estoy inventando nada porque García Lorca ya rescataba este bello gesto: ‘Cuando alguien va al teatro, a un concierto o está disfrutando algo, si es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí para gozar juntos del supremo bien de la belleza’. Gracias a este niño por recordarme lo maravilloso de los momentos y salvarme de mi adultez”, relata Cristian.
También hay paga que, como reconocimiento al trabajo que se ve, viene siempre de la mano más inesperada. “En un festival de títeres del año pasado, llevamos la obra a un barrio muy estigmatizado, con muchas situaciones de violencia. La hicimos gratuitamente, pero apareció un niño que nos pagó con dos chicles y un montón de girasoles. Y nos quedamos súper emocionados por este gesto de los niños, que los adultos no tienen. Los niños ven ese esfuerzo, que haya algo distinto en su lugar”, recuerda emocionado el joven.
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Fotos: La Quinta