Por Leo Vazquez | Desde su inauguración a mediados de 2015 la puesta museográfica que se despliega a lo largo de todo el recorrido por el ex centro de exterminio más grande del país ha tenido invitados especiales de muy diversos ámbitos del mundo de los derechos humanos. Familiares, sobrevivientes, dirigentes de organismos y especialistas investigadores han asistido el cuarto sábado de cada mes al Casino de Suboficiales, al Sótano, y a los abrumadores Capucha y Capuchita, los sitios de confinamiento en los techos del edificio en donde funcionaron celdas de aislamiento junto a habitaciones para partos, oficinas de trabajo forzado y depósitos de bienes robados a los desaparecidos y las desaparecidas.
La más importante de las particularidades que envolvieron la actividad este fin de semana tuvo que ver, justamente, con el protagonista invitado: Emiliano Hueravilo, el primer nacido en la ESMA, fundador de la agrupación HIJOS y actual Secretario de Derechos Humanos de la Asociación Trabajadores del Estado de la Provincia de Buenos Aires.
Emiliano
Antes de ingresar y luego de la presentación formal de la directora del Museo Sitio de Memoria ESMA, Alejandra Naftal -también sobreviviente del terrorismo de Estado-, Hueravilo agradeció la presencia de las más de 200 personas que lo acompañaron, y explicó que se trataba de la segunda vez que recorría el lugar, luego su presencia allí en 2004. Sin embargo fue su primera participación en la reconocida muestra interactiva que funciona desde hace cinco años.
Destacó emocionado: “Muchos siguen buscando su identidad, yo tuve la suerte de reencontrarlos (a sus abuelos) a los 4 meses de vida. Mi vieja me hizo una marca en la oreja izquierda y gracias a otras compañeras que ayudaron a mi mamá supimos la historia. Mi papá tenía 22 años, militaba en el Partido Comunista, es chileno, como mis abuelos, viejos militantes del PC de Chile, de donde también se tuvo que rajar por la dictadura en ese país”.
Abrazado a una de sus hijas, con el pecho palpitando, la voz entrecortada y una emoción visible que atravesó a todos los presentes, Emiliano recordó a su abuela Eliana Saavedra, Madre de Plaza de Mayo fallecida el mes pasado: “Mi abuela me buscó, me encontró, me crió, me dio cariño y amor, y gracias a ella soy el hombre que puedo ser hoy”.
Mirta y Lautaro
La cita fue un homenaje a la madre y el padre de Emiliano, Mirta Mónica Alonso Blanco y Oscar Lautaro Hueravilo, al cumplirse 42 años de su secuestro. Oscar, de origen mapuche, estudiaba y trabajaba, vivía en Buenos Aires desde los 7 años. Mirta, su mujer, tenía 23 años, era docente y también militaba en la Fede Comunista. Estaba embarazada de seis meses.
El 19 de mayo de 1977 Oscar llegó a su departamento del barrio de Palermo, tarde porque había estado en el velatorio del abuelo de su mujer. Lo estaban esperando. Se lo llevaron y luego un grupo de civil fue al velatorio en dos Falcon. La pareja fue llevada a la ESMA. En junio de 1977, Mirta dio a luz a un hijo varón. El médico Jorge Luis Magnacco asistió a su parto. Mirta lo amamantó durante 22 días y luego la “trasladaron”. Al bebe lo dejaron en la puerta de la ex Casa Cuna con un cartel con su nombre, y así se pudo reencontrar con su familia.
El almirante genocida Eduardo Emilio Massera presentó el caso en los tribunales intentando utilizarlo para desacreditar la existencia de un plan sistemático de robo de bebes. Por supuesto no le sirvió de mucho.
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“Estos compañeros que pasaron por la ESMA nos dejaron el mandato de seguir peleando, en cada calle, en cada plaza, para condenar y seguir juzgando a los genocidas, a los responsables civiles y los de la Iglesia, vamos por mucho más»
La Visita de las Cinco. Los lugares.
La actividad comienza en la puerta del centro neurálgico de la represión. En el Casino de Suboficiales se proyecta un audiovisual que recorre la historia política de nuestro país haciendo foco en los sucesivos golpes de Estado. En ese mismo salón en el que, explica el guía, hubo una mesa de billar para los jefes marinos, todavía se conserva en un rincón una típica barra de bar. Luego la caminata desciende hasta el sótano, donde se tomaban los interrogatorios de ingreso, eufemismo siniestro de brutales tormentos. Se sabe que las primeras 24 horas de torturas eran vitales, porque obtener datos inmediatamente permitía proseguir el circulo captura-delación-captura. Por eso las sesiones de picanas y la violencia en las palizas se daban con mas ferocidad inmediatamente ingresados los nuevos secuestrados, para obtener información que permitiera ir a los lugares, las casas operativas o las citas arregladas, antes que los militantes se enteraran o sospecharan que uno de sus compañeros había sido chupado y abandonaran sus paradas.
Estar allí, después de haber leído sobre la maquinaria del terror en tantos libros e investigaciones, de haberlo escuchado en los juicios, paraliza la razón.
En el primero y segundo piso estaban las habitaciones de los represores. Y finalmente en el tercero la temible Capucha, la planta de reclusión y aislamiento en la que, se ve, las celdas se repartían entre los tirantes del techo a dos aguas y en algunas habitaciones, entre las que estaban las reservadas para embarazadas a punto de parir. Allí nació Emiliano Hueravilo.
Además en ese sector estuvo “La Pecera”, la redacción en la que algunos detenidos y detenidas con conocimientos particulares como periodismo, investigación, idiomas, etc., eran obligados a analizar publicaciones sobre las denuncias por crímenes de lesa humanidad y a producir material de propaganda a favor de la dictadura. Por último, una escalerita lleva a Capuchita, una especie de altillo en el que la vida y la muerte, entre 1976 y 1983, valieron menos que nada.
Todo señalado por paneles informativos y videos alusivos proyectados en distintos salones.
A pesar de los pesares
Otro de los puntos salientes de la jornada fue la presencia de Osvaldo Barros, sobreviviente de la ESMA. Es que la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos, crítica de la política de derechos humanos del gobierno kirchnerista, fue una de las que se opuso fuertemente a la remodelación del espacio aduciendo que se banalizaría el sitio convirtiéndolo en un “parque de diversiones del genocidio”. Más allá de las ironías, lo que reclaman es que se garanticen las medidas necesarias para la preservación física de todo el ex centro clandestino, que todavía es prueba fundamental en los juicios. Los argumentos asisten a las dos posturas: es cierto que, aunque los guías recomienden llevar las mochilas hacia adelante para no rozar las paredes, no comer ni beber, no tocar nada y no sacar fotos con flash para cuidar las instalaciones, en varias oportunidades tienen que llamar la atención a algún visitante descuidado que se apoya en las columnas o deja caer algún papel, por ejemplo. Por otro lado, desde que se inauguró el nuevo paseo aumentó considerablemente el número de asistentes, llegando en la actualidad a 5500 visitas anuales.
“Todo el predio constituyo el centro clandestino, a nosotros nos llevaban encapuchados y esposados a la enfermería o a la imprenta caminando por las calles internas. Acá vivían, dormían, comían, los oficiales, los alumnos que nos custodiaban, por eso seguimos exigiendo que se preserve todo y en especial el casino, porque todavía faltan cosas por descubrir”, explicó Barros.
“No hace mucho fueron descubiertas en Capuchita unas inscripciones y fueron descifradas, eran de Hernán Abriata, un desaparecido, por eso exigimos que sea intocable, pero a pesar de eso ante los pedidos de los compañeros siempre estaremos acá presentes”, concluyó, además, invitando a todos a asistir a las audiencias del cuarto juicio por los crímenes de la ESMA.
Finalmente, en el salón El Dorado, luego de otra puesta visual vinculada a los represores condenados, con la noche afuera, se sumaron para una charla final un psicóloga del centro Ulloa, el espacio de la secretaria de Derechos Humanos para acompañamiento de las víctimas y familiares en los juicios de lesa humanidad; Marcos Weinstein, uno de los Padres de Plaza de Mayo; Carlos Muñoz, otro de los sobrevivientes de la ex Escuela Superior de Mecánica de la Armada, testigo en el juicio a las Juntas y actualmente trabajador del Espacio de Memoria; y Federico Chechele, director del área de prensa de ATE Nacional y director de Canal Abierto, en carácter de cronista invitado para narrar la ocasión.
Luego de agradecer la presencia y compañía de familiares, amigos, compañeros y dirigentes como Carlos Díaz, secretario Adjunto de ATE bonaerense, Héctor Carrica del departamento de Derechos Humanos de ATE Nacional y Ricardo Peidro, Secretario General de la CTA Autónoma, Emiliano Hueravilo hizo una síntesis de la jornada, que a la vez es síntesis de tantos años de lucha: “Nos deja un aprendizaje: estos compañeros que pasaron por la ESMA nos dejaron el mandato de seguir peleando, en cada calle, en cada plaza, para condenar y seguir juzgando a los genocidas. A los responsables civiles, y los de la Iglesia, vamos por mucho más… Tenemos que estar en la calle y seguir levantando la bandera de nuestros 30 mil compañeros desaparecidos”.
Fotos: Museo Sitio de Memoria de la ESMA
Videos: Diego Leonoff