Una de las acusaciones más comunes al peronismo, y que intenta bajarle el precio a la historia cultural de ese amplio movimiento político, es la capacidad de sus dirigentes para “la rosca”: esa inveterada negociación de trastienda con los candidatos de turno, cada cual con una promesa distinta, para luego terminar en el lugar y momento correctos, y todos unidos (triunfaremos) detrás del ganador.
Una de las aseveraciones más comunes sobre el radicalismo, y que intenta subirle el precio a la historia política de ese amplio partido, es su republicanismo y su defensa de las instituciones democráticas; defensa dilatada y confirmada en el tiempo por las formas más ordenadas de su discusión interna, los desenlaces de su propia armonía, y su verborragia al respecto.
Es sintomático que tanto la acusación a unos, como la aseveración sobre los otros confirmen tan claramente una ordenadora idea de la psicología: cuando hablamos del otro hablamos de nosotros.
Pero más acá de los misticismos, la historia argentina dice otra cosa: los peronistas jamás asumieron las riendas del Estado producto de fraudes electorales o golpes militares, ni tejieron alianzas con “la vaca ganadora de la rural” para asegurarse un lugar en algún gobierno de turno. Ajustaron sus deseos de ubicuidad –no les va mal a esos gorditos, diría el más peronista de los radicales– a la voluntad democrática y al voto. Y si no terminaron algún mandato, fue por un golpe militar, mas allá o acá de la propia impericia (que siempre se dejó ver en sus partenaires de boina blanca).´
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* Historiador, docente, autor de En nombre de Mayo (Milena Caserola), coautor de La dictadura del capital financiero (Autonomía – Peña Lillo).
Acerca de 27 de octubre: Una revista para pensar en la coyuntura electoral los posibles comunes. Una cuenta regresiva hasta la elección. Cada día una nota escrita por amigues diferentes. En cada nota el pensamiento como potencia de lo presente. Y un punto de llegada: fuerza de rebelión y de fiesta para no quedarnos solo con lo que hay.