Por Carlos Saglul | En “Cuerpo a tierra”, Norberto Firpo relata la historia de un periodista que intenta escribir sobre los orígenes de la triple A. Es el año 1974, lo va a buscar la Policía, desaparece unos días. Cuando lo encuentran con varios dientes menos y un testículo reventado, ya ha decidido que si intenta investigar ese tema para un libro que no llegará a su fin. Parte de esa historia es realidad.
Los orígenes de la Triple A están ligados al “Loco” Prieto y su banda. Una historia de asesinos estatales y privados, empleados públicos o cuentapropistas. Aunque en la mayoría de los casos, se desempeñaban en ambas áreas. Se le atribuyen cien asaltos y por lo menos diez asesinatos. Pero, ¿cuántos corresponden a su autoría, cuales a la leyenda? Nadie lo sabe. Lo cierto es que la muerte lo seguía como su sombra.
El “Loco” nació el 14 de enero de 1929 y fue su hermano Cipriano quien lo inició en el delito. Este último, muerto por la policía en 1960 cuando lo cercaron en una casa de El Palomar: lo hicieron salir con gas lacrimógeno y no le dieron tiempo a rendirse. Eran épocas del comisario Evaristo Meneses y su suerte estaba escrita de antemano. Nunca llegaría ante un juez.
En el asalto a la droguería La Continental, Prieto asesina en la retirada -por sadismo o accidente- a uno de los empleados que en ningún momento había ofrecido resistencia. Era su segundo día de trabajo. El caso conmueve y se inicia una búsqueda desenfrenada. Lo acorralan en la casa de un delincuente que cumplía condena, un tal Jesús Paez. Los policías van armados hasta los dientes, dispuestos a un largo tiroteo.
Prieto -para sorpresa de los uniformados- sale con las manos en alto y ruega: “No me maten”. Pensando que está loco lo internan en el Hospital Neuropsiquiátrico “Ramón Carrillo”, de donde escapa con facilidad.
Hacer honor al apodo
“El Loco”consolidó su apodo cuando, para vengar la detención de su hermano, dio un par de vueltas en auto al destacamento de Ciudadela tocando bocina. Fusiló al primer policía que salió a verificar las razones de tanto ruido.
Muerto su hermano, Miguel ingresa en la renombrada y temida banda que capitaneaba Luis Caliguante.
En esa época -según relata Gustavo González, el mítico jefe de policiales de Crítica- “el Loco conducía coches de la policía, y andaba con recomendaciones de altos oficiales que le daban impunidad”. Prieto, en realidad, trabajaba para la policía y su especialidad, la delación que servía para llevar operaciones en las que altos oficiales se quedan con el botín de los delincuentes.
Hombre versátil, fue autor de asaltos, secuestros extorsivos, tráfico de drogas. Rodolfo Almirón, uno de los jefes de la Triple A que años después sería condenado por el asesinato del padre Carlos Mujica y otros militantes del campo popular, al ingresar en la policía fue asignado a la División Robos y Huertos que estaba bajo el mando del comisario Juan José Morales quien había sido jefe de la custodia del general Juan Perón. El vínculo se consolida cuando Almirón se casa con la hija de Morales.
Rodolfo Walsh realizó un trabajo de investigación sobre el organigrama de la organización parapolicial Triple A donde señaló como sus jefes operativos a Almiron y Morales. También trabajaba con ellos, otro verdugo de la AAA: Edwin Farquashn, alias “el inglés”. Por aquellos años, son estos policías los verdaderos jefes de la banda de Prieto. La fama de “El Loco” crece. Los crímenes se suceden.
Triste, solitario y final
Edwin Farquashn es detenido con un coche robado por Prieto. Funcionarios del gobierno de Arturo Illia creen que han dado con una red de policías corruptos e investigan.
Comienzan a morir todos los cómplices de Prieto. Algunos lo acusan de sus asesinatos. Otros, piensan, fue la policía. En esos tres meses no dejan de morir personas ligadas al “Loco”: Adolfo Carglia mata a su mujer, Julia Fernández, acusada de delatora, y se suicida; Bebe Guido es encontrado estrangulado con alambre; Emilio y Máximo Abud, Luis Bayo (el ex campeón de boxeo) y Alberto Fleytas son asesinados. Hay algo raro, la mayoría de los muertos: aparecen con más de 50 balas en el cuerpo. La firma de la que sería tiempo después, la triple A.
“El loco” es capturado. Primero cae a la comisaría 43 de la Policía Federal. De ahí lo envían a la primera de Morón. En extrañas circunstancias, un grupo de desconocidos toman la casa de vecina. Cuando la policía va a detenerlos, otro grupo trata de tomar la comisaría. Los policías resisten duramente y no pueden llegar a los calabozos. Su objetivo era ¿rescatar o matar a Prieto?
Derivan al preso a la Brigada de San Martín y de allí al Penal de Olmos. Es en esa cárcel donde, según la historia oficial, el delincuente se envuelve en una manta previamente empapada en kerosene y se suicida prendiéndose fuego. En 1964, varios policías, entre ellos Almirón y Morales, son procesados por el juez Ernesto Bonorino por violación de los deberes del funcionario público. Resultan absueltos.
Morales es detenido por robo y contrabando de autos. Almirón, que resulta incontrolable para los mandos de la Federal, es dado de baja por “no ser apto para el servicio”.
El resto de la historia es conocida. El ministro de Bienestar Social y secretario personal de María Estela Martínez de Perón, López Rega los rescata y pone a cargo de la parte operativa de la Triple A, el antecedente directo del terrorismo de estado militar que antes del golpe de 1976 asesinaría a alrededor de tres mil militantes populares. Como dijo Walsh, el sistema premia a sus verdugos, no los encarcela. Puede necesitarlos.