La Asociación Filosófica Argentina debería agradecerle al doctor Luciano Román (*), y por qué no homenajearlo con un brindis en algún salón del Jockey Club, por haber logrado desentrañar, en poco más de mil quinientas palabras, el origen de buena parte de los males que padece nuestra maltrecha sociedad. Al decir del doctor Román, la semilla de la maldad anida en los jóvenes; engendradores, a su juicio, de la intolerancia, el prejuicio y la violencia.
Lo dijo el pasado ocho de diciembre en el diario La Nación, en uno de los habituales artículos de tinte luminoso que de cuando en cuando publica en ese periódico. El título de la columna: Rugbiers y militantes setentistas, síntomas de un peligroso sectarismo juvenil. Vamos, un título seductor que mueve a zambullirse de inmediato en la lectura con el anhelo de caer en un hallazgo de naturaleza ontológica. Rugbiers, militantes setentistas. Sectarismo juvenil peligroso. ¿Qué tipo de correspondencia, o concordancia, podría concebir una persona común y ordinaria entre rugbiers racistas y militantes setentistas? Pero el doctor Román, que no es un hombre común, ha sabido construir una irrefutable analogía:
“Estudiantes del Nacional Buenos Aires «militan» la usurpación de Guernica, reivindican «la lucha» contra la propiedad privada y se sienten herederos de los «ideales setentistas». Un joven con gesto rabioso no para de insultar a gendarmes que custodian la Casa Rosada el día del velorio surrealista. Rugbiers de zona norte descargan por Twitter una ráfaga de racismo y xenofobia. Podría imaginarse un abismo ideológico entre unas escenas y otras. Se las ubicaría en polos opuestos. Pero habitan el mismo universo: el de la intolerancia, el prejuicio y la violencia”.
Cabe celebrar que muy pocas veces en la vida uno llega a toparse con pensadores de tamaña lucidez, con esa raza de cultores de un raciocinio que encandila por su formidable perspicacia.
Continúa el doctor Román:
“No se trata de convertir a tres rugbiers en los grandes demonios nacionales ni de cargar todas las culpas sobre estudiantes enamorados de la parodia revolucionaria y militante. Se trata, sí, de no hacernos los distraídos frente a las semillas de sectarismo y de odio -de uno u otro signo- que parecen haber germinado en sectores de la juventud argentina (…) El racismo expresado en aquellos tuits, como el extremismo de esos jóvenes que «militan» las usurpaciones, odian «a la yuta» y escupen a la Gendarmería, se parece entre ellos mucho más de lo que suponen. Son exponentes de una regresión que no podemos ignorar. ¿Puede haber en esa amalgama de prejuicios y fundamentalismos la simiente de una nueva tragedia argentina? Es una pregunta que debemos hacernos, sin exageraciones, pero sin liviandad”.
Desde luego, doctor Román. No podemos caer en ningún tipo de concupiscencia. Y de modo preclaro lo dice usted en las últimas líneas de su ensayo periodístico:
“La cercanía de chicas del Nacional Buenos Aires con Roberto Perdía (el ex líder montonero) en la toma de Guernica representa, igual que el racismo y la xenofobia de jóvenes con aires supremacistas, la imagen de una Argentina que se creía superada y que, sin embargo, hoy vuelve a asomar como una amenaza. Expresan aquel país fracturado en el que el odio rompió todos los puentes”.
En estos días el doctor se encuentra ensimismado en la escritura de la segunda entrega de la saga: “Vaquitas de San Antonio, marsupiales y militantes setentistas, síntomas de una sombría obcecación”.
(*) El doctor Román según el doctor Román. Tomado de Linkedin:
He trabajado durante 28 años como periodista en el diario El Día de La Plata, de los cuales fui 24 años (hasta mayo de 2017) secretario general de Redacción. En 2017 decidí aceptar una propuesta en el sector público y hasta 2019 ejercí el cargo de director general de Prensa y Comunicación de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. Entre 2015 y 2018 fui director de la carrera de Periodismo de la Universidad Católica de La Plata, además de profesor de Introducción al Periodismo en esa misma casa de estudios. Desde 2017 hasta la actualidad soy columnista del diario La Nación, donde publico artículos sobre educación, desafíos para la comunicación en la era digital y nuevos paradigmas generacionales, entre otros ejes temáticos. Mi formación como abogado me ha aportado herramientas para el análisis de fenómenos sociales y coyunturales, además de método y categorías de razonamiento aplicables al ensayo periodístico, el articulismo y la docencia. Más de tres décadas en el ejercicio del periodismo profesional me han aportado, además, flexibilidad, capacidad de adaptación, experiencia internacional (con decenas de coberturas fuera del país, desde giras presidenciales hasta asambleas de organismos multilaterales e investigaciones sobe procesos políticos) y habilidad para intervenir en temas de enorme diversidad y tomar decisiones en contextos de alta exigencia.