Por Carlos Saglul | Es interesante el último reportaje que se le hace al presidente Alberto Fernández en uno de los medios radiales del Grupo Octubre y que gira sobre el accionar de la Justicia. En su análisis el jefe de Estado omite un punto clave que es la falta de voluntad política del gobierno para modificar el escandaloso funcionamiento del Poder Judicial y hacer de algo más que de «comentarista» de una realidad en la que desde los «sótanos de la política» se sigue garantizando la impunidad mientras, por ejemplo, Milagro Sala continúa presa. Se puede pelear y perder, siempre es mejor que claudicar. Para estar vencido, es necesario admitirlo, sino siempre hay otra oportunidad. Los únicos derrotados son los que claudican.
Un jefe de Estado de un gobierno popular no está en su puesto para comentar la realidad sino para transformarla en beneficio de las necesidades de su pueblo. Ser “liberal”, como supo definirse Alberto Fernández, respetar “las instituciones” no puede tornarse en una justificación para la tolerancia de la reproducción de la injusticia social y una impunidad ya irrespirables. El pueblo no gobierna sino a través de sus representantes pero cuando estos ya no representen sus intereses más básicos como el derecho a una vida digna, el trabajo, la alimentación, se corren riesgos de gobiernos menos indirectos.
La gran ventaja que le lleva la derecha al progresismo peronista es su conciencia de clase. Los exportadores ganan hoy más que con Mauricio Macri. No se han subido las retenciones pese a que aumentaron en forma espectacular sus ganancias. Se incrementan las tarifas eléctricas en beneficio de quienes se quedaron con las empresas estatales durante el menemato. Los apagones son peores que antes. Por la Hidrovía sigue pasando todo lo que vemos pasar y lo que no. ¿Vicentin?, ¡bien, gracias! Nunca paró el ajuste de sueldos y jubilaciones. Ocupamos obedientes el lugar que nos dio la división internacional del Trabajo y que el FMI (Estados Unidos) vigila que no abandonemos. Cereales, Minerales, Carnes. Los chinos se asombran de las diferencias estadísticas entre lo que ellos nos compran y lo que nosotros creemos que le vendemos. Todo sale por declaración jurada y puertos privados. La evasión impositiva es enorme. Nadie sabe lo que se vende. Como si fuera poco las multinacionales simulan operaciones con sus propias filiales para hacerse de más dólares. Ocupamos el tercer puesto mundial en la utilización de paraísos fiscales según el listado de Pandora Papers y no es casualidad. Basta mirar el destino del mayor crédito del FMI dado nunca a un país (hasta en eso fuimos primeros). No tuvo otro objetivo que la fuga de dólares. La tierra que debería tener como prioridad el alimento de nuestros niños está dedicada al engorde de los cerdos chinos. Producimos sin valor agregado, los dueños de los latifundios encubiertos que jamás vieron una vaca no pagan impuestos, dolarizan la ganancia y fugan. Y en el medio de tantas ocupaciones, se dan tiempo para acusar de comunista al gobierno progresista de Alberto Fernández. Como aquel general de la dictadura, ellos piensan que hay que ir “primero por los guerrilleros, después por los cómplices y por último, por los que dudan”. Traducción: Matamos a los que afectan nuestros intereses y sus colaboradores, pero también a los que dudan. Quien duda, está pensando. Quien piensa se puede dar cuenta cuáles son en realidad sus intereses.
En materia de deuda externa se inventaron un FMI progresista que nunca existió y que como no podía ser de otra manera está aquí de vuelta con sus colmillos afilados. La buena Kristalina Georgieva viene ahora “con cuchillo y tenedor”. Están dispuestos a cogobernar o gobernar si es necesario en caso de que alguno tenga la idea de que Argentina vuelva a intentar ser algo más que una colonia que exporta materias primas baratas y cumple con sus pagos al poder financiero internacional.
Este verano el país se parece a una gran caldera donde, como a las ranas, nos cocinan a fuego lento para que nos demos cuenta de nuestro destino recién cuando sea tarde. La gente piensa que la clase dirigente vive en una gran burbuja. Y en parte tienen razón. Insiste el gobierno en que “el país crece, pero hay sectores en los que no se nota”. No jodamos, ¿qué es eso sino una nueva versión de efecto derrame que tanto repudian desde el discurso progre? Lo que están admitiendo y ya ni se dan cuenta es que el crecimiento se lo están llevando los de siempre.
La derecha es especialista en agudizar las contradicciones de sus rivales. Días atrás armó escándalo con la actitud de una funcionaria que viajo a Cancún, se hospedó en un buen hotel con el consiguiente gasto en dólares. Y es otra vez la chicana de la derecha al progre que recomienda veranear en Mar del Plata, pero en el fondo le gusta algún otro destino paradisiaco.
Existieron otros tiempos y otros hombres. Por ejemplo, en el siglo pasado un argentino terminó a las puteadas con sus compañeros funcionarios que intentaron se cambiara las botas rotas cuando salía de su país para participar en una Conferencia Internacional. Este personaje no era precisamente progresista, se llamaba Ernesto Guevara y en aquella oportunidad se negó a ponerse borceguíes que no le habían sido asignados en su cartilla de racionamiento. La batalla es cultural y no tiene vacaciones.
Este país, si quiere ser algo más que una colonia necesita cambios estructurales. No para meter presos a “los que entran por una puerta y salen por otra” sino a los que nunca entran. Esos que hoy dicen quiénes son los que deben estar entre rejas, qué pibe del barrio merece ser fusilado. No es cuestión de tiros, las guerras de liberación quedaron en el siglo pasado, se trata de decisión política. De pueblo en la calle y organizado, de poder popular y Democracia de verdad. En el peronismo hay tres sectores mayoritarios. Sería un error confundir al menemismo enteramente neoliberal con aquellos sectores que se denominan progresistas -no son kirchneristas- y anidan lejos de conurbano. ¿Puede el progresismo peronista tomar como mandato, únicamente y a secas, su segundo nombre, tan parecido a eso que el Imperio y la derecha llaman populismo? Es una asignatura interesante y su única posibilidad de sobrevivencia histórica cuando el neoliberalismo se propone, después de la próxima elección, culminar con los cambios que inicio el 24 de marzo de 1976.
Foto: Martín Guzmán (ministro de Economía de Argentina) y Kristalina Georgieva (titular del FMI). Crédito: Mercopress