Redacción Canal Abierto | En 2011, Mauricio Macri –entonces Jefe de Gobierno de la Ciudad– adquirió sin licitación previa al Metro de Madrid 36 vagones que se encontraban fuera de circulación en España.
Siete años más tarde, en 2018, el presidente de SBASE, Eduardo de Montmollin confirmaba que las formaciones compradas contenían asbesto, un mineral cancerígeno que mata a 250 mil personas por año en el mundo. Era el inicio de un largo camino de reclamos y medidas de fuerza en el subte, como las aperturas de molinetes e interrupciones del servicio rotativos anunciadas para estos días por la Asociación Gremial de Trabajadores del Subterráneo y Premetro (AGTSyP).
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) asegura que la exposición al asbesto puede causar cáncer y que los síntomas “pueden tardar muchos años en desarrollarse después de la exposición”.
La prohibición del amianto o asbesto (en sus distintas variantes) es ley en más de 50 países, incluida la Argentina. No obstante, en nuestro país la decisión gubernamental sólo impidió su utilización en nuevos productos, y no en el retiro de aquellos lugares donde se encuentra presente.
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“Encontramos asbesto no sólo en la mayoría de las flotas de la red sino también en las instalaciones fijas, en la infraestructura: en las vías, en las señales, en las subestaciones eléctricas, en los cuartos de bombeo, en fusiles, en tableros. Los encontramos en muestreos oficiales reconocidos por la empresa y el Gobierno que se hacen auditados por la policía de trabajo del Ministerio de Trabajo de la Ciudad. Los presentamos a la Justicia en dos etapas y en tribunales se nos ha dado la razón”, detalló a Canal Abierto Francisco “Pancho” Ledesma, secretario de Salud Laboral y Condiciones en el Medio Ambiente en el Trabajo de la AGTSyP.
Desde que se reconoció oficialmente la presencia de asbesto en el subte, la legislatura porteña –con mayoría oficialista– destinó una “partida especial ilimitada” para el saneamiento del subte que ha ido renovando año a año. Pero al día de hoy ni EMOVA –tampoco antes Metrovías- ni SBASE han ejecutado dicho presupuesto.
De todos modos, el asbesto no sólo está presente en el subte, sino también en edificios públicos, escuelas y hospitales construidos cuando aún se desconocían los efectos nocivos de este material. Los casos son numerosísimos, pero un ejemplo son las calderas del Centro Nacional de la Música, donde dos trabajadores fallecieron por causas relacionadas a esta sustancia.
Veneno en el aire
Aunque la principal vía de penetración de las fibras de asbesto en el organismo sea la respiratoria, también puede entrar por vía digestiva. No se sabe con exactitud, pero se cree que cuando tragamos la materia mucosa con contenido de fibras de asbesto, éstas pueden quedar atrapadas en los intestinos y de ahí pasar al peritoneo o recubrimiento del abdomen.
El material se vuelve más riesgoso con el paso del tiempo y, sobre todo, cuando se descompone y entra en contacto con el aire.
Una sola fibra de asbesto puede enfermar. Son huecas y muy livianas y por eso se mantienen suspendidas en el aire. Cuando un ser humano las respira, se contamina. Los síntomas pueden tardar entre 30 y 40 años en aparecer y, cuando se producen, el desenlace es la muerte a corto plazo.
La Organización Internacional del Trabajo informó que hay un 32% de muertes laborales por cáncer en el mundo. La Organización Mundial de la Salud, dio cuenta de que un tercio de esas muertes son a causa del asbesto. En función del cruce de esos datos, más de 249.000 personas mueren por asbesto en su lugar de trabajo, por año en el mundo.