Por Juan Carlos Giuliani* | Horas antes de las cruciales elecciones nacionales de este 27 de octubre, los estallidos sociales producidos en la región desnudan la crisis de la derecha gobernante en varios países. Implican, también, una lección para el “posibilismo” que campeó durante la década de gobiernos progresistas en la América del Sur y que terminaron asfaltando el camino para el retorno del neoliberalismo.
Una etapa donde se optó por administrar lo dado, mejorar la distribución de la riqueza sin afectar los privilegios de los sectores concentrados de la economía, y eludir cualquier confrontación con la madre del borrego: El modelo extractivista, que ese y no otro es el nombre de pila del capitalismo en Latinoamérica y el Tercer Mundo.
La clase trabajadora y el movimiento popular están a punto de saldar por la positiva su primer desafío: terminar con la pesadilla Macrista y comenzar el recupero de las conquistas y derechos perdidos durante el gobierno oligárquico. Para ello, en el plano político-institucional intervenimos -desde nuestra propia identidad- en la construcción de un amplio frente opositor al plan de destrucción masiva de Cambiemos. En el terreno político-sindical, social y cultural, decidimos enfrentar sin concesiones el ajuste y la entrega. La CTA Autónoma y una de sus principales organizaciones de base, ATE, pueden exhibir con orgullo haber sido los primeros en pararse de manos contra el gobierno Nacional con el Paro y Jornada Nacional de Protesta del 24 de febrero de 2016, a 70 años del primer triunfo electoral de Perón contra la Unión Democrática.
Son horas de velar armas para que no nos roben la esperanza ni manipulen en las urnas nuestra voluntad de cambio mediante el fraude que el poder es capaz de perpetrar para evitar el triunfo popular. Este domingo se repetirá, amplificada, la derrota del tercer intento de restauración oligárquica en la Argentina.
El primero fue a sangre y fuego con la Dictadura Cívico-Militar en 1976. El segundo con Menem-Cavallo y la Convertibilidad que siguió con De la Rúa-Cavallo hasta que el pueblo hizo tronar el escarmiento en las jornadas de diciembre de 2001. Ahora se abre la puerta de un nuevo tiempo. Que no será un lecho de rosas. Pero los causantes de los mayores pesares que ha sufrido nuestro pueblo en los últimos años se van. Se tienen que ir. Y es menester que los despidamos en primera vuelta. Por eso es necesario que el domingo, en esa masiva asamblea que significan los comicios nacionales, el resultado de las PASO se consolide y amplíe para que no queden dudas sobre el repudio mayoritario a estas políticas de explotación y saqueo.
La etapa que viene es propicia para acrecentar espacios de poder popular que nos permitan estar en capacidad de aportar al debate y poder fijar la agenda de los pobres, los hambrientos, los desposeídos, de nuestros pibes sin futuro y de nuestros viejos que mueren humillados por tanto destrato. Para que no se escuche solo a los mercados y los grandes medios de comunicación. Para que se cumpla la promesa de campaña del candidato a Presidente por el Frente de Todos: “Entre los bancos y los jubilados, me quedo con los jubilados”.
Los causantes de los mayores pesares que ha sufrido nuestro pueblo en los últimos años se van. Y es menester que los despidamos en primera vuelta.
Se habla de convocar a un Pacto Social para buscarle una salida al desastre que deja Macri. En la historia argentina los “pactos sociales” han fracasado casi sin excepción. Ahora bien, si el llamado es para reparar los derechos que nos arrebataron estos últimos años será bienvenido. Si en cambio solo se trata de un toma y daca entre corporaciones, o bajo la denominación de un “Acuerdo de precios y salarios” nos piden una tregua para congelar los sueldos de los trabajadores mientras los formadores de precios siguen remarcando a dos manos, no cuenten con nosotros. Terminar con el hambre debe ser la primera medida política que se tome el 10 de diciembre. Y allí estaremos, como lo estuvimos siempre, en primera línea para denunciar -como lo hace desde hace años el Movimiento “Los Chicos del Pueblo” del inolvidable maestro Alberto Morlachetti- que el hambre es un crimen.
El movimiento obrero y las organizaciones sociales tienen una tradición en materia de resistencia, movilización y unidad en la acción para dar sentido a la bronca colectiva y canalizar la protesta popular. Lo que no excluye que las esquirlas de las revueltas protagonizadas por nuestros hermanos indignados de Chile, Ecuador, Haití, Brasil, Perú o Colombia lleguen hasta estas playas si la clase dominante persiste en presionar para que no cambie nada pese al resultado electoral, blindar lo que el compañero Carlos Saglul denomina acertadamente “Democracias Patrulladas” para seguir concentrando y extranjerizando la riqueza, y siguen sin aprender de la historia y reconocer nuestro ADN de pueblo insumiso.
Derrotar con el voto a Macri no es la revolución. Pero puede ser una oportunidad para no resignarnos a ser meros espectadores del porvenir y colaborar, desde una perspectiva autónoma y de transformación, a que no naufrague un nuevo intento de Gobierno Popular y nos sea restituido el legítimo derecho a ser felices.
Foto: Macri almuerza con el equipo de comunicación y ministros en la Quinta de Olivos (25 octubre, 2019)
*Vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA Autónoma Río Cuarto. Congresal Nacional de la CTA-A en representación de la provincia de Córdoba