Redacción Canal Abierto | “Murió Claudio Bonadio, el juez federal que llevó a juicio a Cristina Kirchner”, tituló esta mañana La Nación.
Ante todo, es necesario reconocer que la descripción del centenario diario no falta a la verdad: el magistrado elevó a juicio más de cinco causas contra la vicepresidenta, la citó a siete indagatorias en un solo día y le dictó nueve prisiones preventivas, seguidas de pedidos de desafuero al Congreso.
Sin embargo, este recorte arbitrario -práctica habitual y, por cierto, ineludible del periodismo- del personaje no hace honor a su extensa y polémica trayectoria en los tribunales, y fuera de ellos.
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A cargo del Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 11 desde 1994 -luego de un breve paso por la subsecretaría de Asuntos Legales de Carlos Corach (durante el menemismo)-, Bonadio supo protagonizar las causas más rimbombantes y politizadas de la historia reciente de Argentina, así como también de los procesos más vergonzantes y oprobiosos.
A lo largo de su carrera acumuló más de 75 acusaciones en el Consejo de la Magistratura y más de 50 denuncias penales por asociación ilícita, mal desempeño, protección a redes de narcotráfico, enriquecimiento ilícito y crecimiento patrimonial injustificado, entre otros delitos.
El escándalo más resonante en que se vio involucrado fue el de los “jueces de la servilleta”, magistrados preparados para actuar según las órdenes y necesidades políticas de Menem. Incluso el por entonces el ex ministro Domingo Cavallo había afirmado haber escuchado cómo Corach pedía a Bonadio que archivara una causa suya por presunto enriquecimiento ilícito.
Años más tarde, estuvo a cargo de la causa por el encubrimiento y las pistas falsas plantadas en la causa AMIA. En 2005 Bonadío sería apartado de la investigación por «falta de imparcialidad». El tribunal consideró que debió haberse excusado de actuar en un expediente en el que se encontraban sospechados su colega y amigo Juan José Galeano y su ex jefe Carlos Corach.
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“Pistolero, mafioso y extorsionador”, fueron algunos de los calificativos con que Cristina Kirchner llegó a fustigar al juez federal. El primero de los adjetivos responde a un sangriento hecho acaecido en 2001, cuando Bonadio asesinó de varios tiros a dos delincuentes.
En lo que respecta a su accionar profesional, una de sus características mas salientes quizás haya sido el carácter arbitrario de sus resoluciones y fallos. Un ejemplo de ello fue el trato fue la forma en que criminalizó a los detenidos durante las jornadas de protesta contra la reforma previsional, en diciembre de 2017. El resultado de aquella represión dejó cerca de 60 heridos -tres de los cuales perdieron un ojo por disparos con bala de goma- y una decena de detenidos que debieron soportar días encarcelados producto de la inacción del polémico juez.
«Era un personaje distinto dentro de lo que es el tipo ideal de juez, no fue leal a la Constitución», dijo el fiscal federal Federico Delgado esta mañana, tras la noticia del fallecimiento, en diálogo con Radio con Vos. «Hizo cosas buenas y malas, y se destacó por su arbitrariedad, y un juez nunca puede pecar de arbitrario».
Por su parte, Gregorio Dalbón, uno de los abogados de Cristina Kirchner, sostuvo en diálogo con C5N: “Con Bonadio se muere una parte muy oscura de la Justicia”. El letrado mencionó que el juez “le causó mucho daño a la Justicia y fue una persona que ha matado por la espalda”, al no permitirle “hacer un tratamiento por el cáncer a Timerman”.
También abogada de Cristina Fernández de Kirchner y flamante directora general de Asuntos Jurídicos del Senado, Graciana Peñafort se manifestó acerca de la muerte del juez federal Claudio Bonadio. Y al darle el pésame remarcó: “Espero que la justicia de Dios sea más justa y misericordiosa de lo que fue Bonadio en vida”.
Tras su muerte, la otra campanada provino de las filas de quienes integran Juntos por el Cambio. Entre otros, Miguel Ángel Pichetto, Mario Negri, Graciela Ocaña, Silvina Giudici o Patricia Bullrich lamentaron su deceso e instaron a que continúen los procesos que venía impulsando. Claro está, siempre haciendo un fuerte énfasis en aquellos vinculados a supuestos casos de corrupción durante el kirchnerismo.
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“No gané muchos juicios, me costaba muchísimo su juzgado. Era un cabezón, testarudo, desoía a la Cámara, era desconfiado, tenía una gran imparcialidad. Se decía que el Código era Bonadio, que su juzgado era Guantánamo, un limbo sin ley”, recordó en una entrevista radial el abogado Mariano Cúneo Libarona con un curioso tono afectuoso y crítico a la vez. “Dudé muchas veces de su objetividad e imparcialidad. El juez es un poco Dios, con un poder que no tiene el Presidente”.
En los pasillos de Comodoro Py circula una chicana que pinta de cuerpo entero a Claudio Bonadio y su perfil como juez: a su juzgado los abogados lo llaman “la Embajada”, porque ahí no rige el derecho argentino.
Por estas horas, sus defensores exaltan su labor, y quienes lo sufrieron aprovechan la oportunidad para criticar sus embates en el campo de la política. Sin embargo, la mayoría coincide en el carácter arbitrario de muchos de sus actos judiciales.
El Preámbulo de la Constitución Nacional finaliza con una invocación a la “protección de Dios”, considerándolo como «fuente de toda razón y justicia». ¿Llegará el día en que los jueces argentinos dejen de arrogarse esta imagen poética como una prerrogativa corporativa o, lo que es aún más grave, personal?