Por Carlos Saglul | Animal imprevisible, el pueblo suele sorprender. Lo hizo en Bolivía haciendo volar en pedazos la estrategia de Estados Unidos y su Organización de los Estados Americanos, conducente, una vez más, a desconocer la voluntad popular. La magnitud de la victoria del Movimiento Al Socialismo no dejó lugar para intentar introducir la mínima duda sobre el enorme acompañamiento que tiene ese proyecto en el vecino país. A veces la espontaneidad de las masas supera cualquier planificación superestructural.
Ante el naufragio del acto convocado para conmemorar el 17 de Octubre, resultado de la ingenuidad en materia de planificación de los organizadores, mucha gente salió a la calle en forma espontánea. Sin fanatismo ni violencia, demostraron que no han podido hacerle olvidar que para incidir en la historia es necesario mucho más que crear un avatar o pagar puntualmente la factura de Internet o el celular.
Cuando efectivos de la policía bonaerense armada hasta los dientes bloquearon la entrada de Olivos, el presidente Alberto Fernández los invitó a dialogar. Insolentes, le contestaron que saliera él a hablar. Su constante vocación por unir polos volvió a hacer cortocircuito en el encuentro anual de IDEA donde los CEOs como no podía ser de otra manera lo destrataron y aplaudieron a rabiar a los expositores del PRO. El discurso en el fallido acto en la sede de la CGT denotó otra vez la perseverancia presidencial en mostrar que “la unidad de todos” es posible.
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La oposición no tiene proyecto económico o en todo caso, el que tiene no puede mostrarlo. Es el problema del neoliberalismo. Por eso aglutina mediante el discurso del odio. La insistencia un tanto naif del presidente Alberto Fernández en ese amor que todo lo puede, no es del todo ingenua desde este punto de vista. Igual, no basta como relato para quienes están decididos a borrarlo del mapa.
Las presiones devaluatorias no cesan. Como el ministro de Economía Juan Carlos Pugliese que candorosamente le hablaba “con el corazón” a los grupos económicos y se lamentaba que siempre le respondieran con el bolsillo, hasta ahora todos los intentos para detener la escalada han fracasado. Bajan retenciones, ofrecen jugosas y tiernas zanahorias, alternan amenazando con un palo que parece de utilería, van en busca de la ayuda del FMI.
Parecieran no querer asumir que el mercado hace nada más ni nada menos que lo que siempre ha hecho. El problema es que del otro lado, tampoco se hace algo distinto. El jefe de Estado debería ver con más detenimiento lo que pasó el 17 de Octubre, y la enorme bocanada de aire que recibió con el triunfo del MAS en Bolivia.
Hay momentos en que no alcanza la cintura política y el diálogo, y es necesario mostrar los dientes. Es hora de ponerle nombre y apellido al Sr. Mercado. La deuda externa no es magia, sin embargo ¿cuándo se investigaron las responsabilidad y la identidad de los que se enriquecieron?
Con una devaluación pierde la gran mayoría del país. Pero ¿quiénes son los que ganan y presionan para que se produzca?
Basta mirar la biografía de las ilustres familias dueñas de Argentina para ver que no pocos de sus integrantes son delincuentes de la peor estirpe. ¿Qué se puede esperar de tipos que tratan de encerrar al padre en un psiquiátrico para quedarse con su fortuna? ¿Gente que invariablemente -como el femicida Jorge Neus- han utilizado sus vínculos políticos para saquear al Estado? Multimillonarios, latifundistas que, como Luis Etcheverhe y la mayoría de estos caraduras, ni siquiera dejaron de cobrar ATP de un gobierno que califican de “Infectadura”.
Es inteligente enfrentar el amor como virtud ante las usinas del odio que alimentan al fascismo. Igual hay que tener en cuenta que además de ser el bueno de la historia y políticamente correcto, también es necesario vencer. Bertold Brecht señaló en un escrito que es complicado indagar sobre las causas de la derrota o la persecución cuando se trata de “los buenos”. Y en este sentido reflexionó: “Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad. En realidad su bondad ha sido vencida. Por consiguiente era una bondad débil, impropia, una bondad incierta. No es justo pensar que la bondad implica debilidad como la lluvia la humedad. Por eso, decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran débiles, requiere valor”.