Redacción Canal Abierto | A un año de la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) cabe el balance. A la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito le llevó quince años de lucha, organización y crecimiento —exponencial en los últimos años— conquistar la norma que desde el 30 de diciembre de 2020 permite a las mujeres y personas con capacidad de gestar en todo el territorio decidir sobre sus cuerpos y proyectar maternidades deseadas.
Martha Rosenberg, médica y psicoanalista, estuvo desde el comienzo, cuando en el Encuentro Nacional de Mujeres de 2003, en Rosario, se decidió unificar a los movimientos que luchaban por el derecho al aborto legal en todo el territorio y, dos años más tarde, se fundó la Campaña con ella adentro.
Martha, ¿cómo estamos, a un año de sancionada la ley? ¿Qué se hizo, qué falta para garantizar este derecho?
—A un año de la legalización, que ha sido un hito histórico para nosotras que venimos desde hace tanto tiempo construyendo este movimiento por la defensa del derecho al aborto voluntario, hay una especie de afirmación de algo que ya sabíamos, pero era como un saber teórico: que la existencia de la ley no garantiza el ejercicio del derecho. Por lo tanto creemos que es absolutamente necesario afirmar que la Campaña sigue.
La Ley es una conquista muy importante desde el punto de vista de la afirmación de un derecho de las mujeres que generaba una enorme desigualdad de género, y desigualdad interna en el colectivo de las mujeres y personas con posibilidad de gestar, que es el derecho a decidir. Se trata de ampliar la ciudadanía de las mujeres, es un derecho igualitario, el derecho a tener proyectos de vida que no sean forzados por los estereotipos de género que implican que cualquier embarazo debe ser llevado a término no importa en qué condiciones ni en qué momento de la vida de la persona embarazada.
Ahora, las formas de concreción de ese derecho son las políticas públicas que se pongan en efectivo funcionamiento, y eso permanentemente requiere un sujeto político que las defienda, las promocione, y dé las batallas necesarias.
¿Por qué, incluso con la ley aprobada, esas batallas continúan?
—Porque este derecho significa un cambio cultural profundo en una sociedad como la nuestra, en donde los estereotipos heterosexistas, patriarcales y con una organización capitalista neoliberal hacen a las condiciones concretas en las cuales el derecho se puede efectivizar o no.
Tenemos la experiencia de nuestro triple lema —educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir—, para el que tenemos leyes desde hace 16 años en un caso y casi 20 en el otro que todavía están lejos de ser cumplidas en su totalidad y en todo el territorio nacional. Los tres lemas requieren que haya un movimiento político que esté peleando con distintos métodos en los distintos espacios sociales.
¿Hay desigualdad en el acceso al aborto legal en los distintos territorios y provincias?
—Sí, por supuesto. Hay desigualdades enormes que tienen que ver con los recursos materiales, con las condiciones sociales y económicas necesarias para poder acceder al derecho. Si la ley te permite que el aborto sea ambulatorio, lo que es muy bueno, muchas veces estás mandando a la gente a estar en situación de aborto en lugares donde es insalubre vivir. Ahí se ponen de manifiesto las desigualdades sociales que condicionan el acceso al derecho.
¿Y cómo está funcionando el acceso a la información?
—Todavía ha habido casos en este año de personas que abortaron, incluso murieron, que recurrieron a abortos inseguros desde el punto de vista médico porque no sabían que podían solicitar, o dónde, un aborto voluntario seguro y legal. Hay que hacer campañas de difusión masiva del derecho. En muchos espacios, además, hay que poder cambiar la cabeza de la gente: llevamos siglos creyendo que el aborto es un crimen. Siglos de una ideología patriarcal religiosa, y a veces laica, donde parece que poder gestar es obligación de gestar. Es un trabajo muy profundo, muy importante, y que nosotras venimos haciendo desde el comienzo de la Campaña.
Como médica, ¿pensás que es suficiente la formación a los trabajadores y trabajadoras de la salud?
—Se está haciendo. No fueron tantos, pero es un inicio. Una ley necesita el tiempo de montar las políticas. Y hay que tener en cuenta que hay una reacción muy importante de los sectores opuestos al derecho al aborto.
¿La reacción no se ha aplacado luego de la conquista de la ley?
—No. Los que se autodenominan de manera impropia “provida” han crecido como reacción a la discusión. Ya desde 2018 vienen recibiendo enormes flujos de capital, militancia, por parte de los sectores más conservadores, reaccionarios, misóginos. Así como la Marea Verde se extendió en toda la región, incluso en el mundo, como símbolo de las posiciones no sólo a favor del aborto sino de los derechos de las mujeres, la reacción a eso ha sido muy fuerte y en todo el mundo han surgido incluso regímenes políticos de derecha, fascistas.
La lucha por el derecho al aborto es de acción continua, en todos los países. Es permanente. Y pueden variar las formas, porque no es lo mismo tener la ley e instrumentadas políticas desde el Estado en todos los niveles, que estar peleándola. Pero se enfrentan enormes obstáculos y resistencias. Lo vimos en todos los amparos que se presentaron, que por fortuna prácticamente todos fueron desestimados. Es una pelea. Ésta ha sido una batalla importante ganada, pero la seguimos.
Desde el punto de vista de la organización, ¿cuánto contribuyó la pelea puntual por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito en el crecimiento del movimiento feminista argentino?
—Desde la Campaña sentimos una enorme satisfacción por el papel que cumplió en la organización del movimiento feminista. La Campaña no dejó de crecer desde 2005. Y, en los últimos tiempos, la unificación del movimiento por el derecho al aborto con el movimiento contra la violencia hacia las mujeres, en su expresión final Ni una menos, fue muy importante. Ellas ya tenían ley y nosotras el Código Penal que autorizaba los abortos en algunos casos y no se cumplía. Las leyes y la organización del movimiento se facilitaron por las alianzas, las coaliciones que hemos hecho con movimientos de distinto tipo, territoriales o LGTTBIQ+. El feminista es uno de los movimientos políticos de este siglo que son un ejemplo de construcción política en la pluralidad, transversalidad, diversidad, territorialidad. Nunca hubiéramos alcanzado el hecho auspicioso de que el Presidente decidiera tomar el derecho al aborto como un tema de campaña si no hubiéramos tenido esa construcción de masividad que fue el resultado de muchos años de militancia.
Es un hecho político de enorme complejidad, que se ha transformado en un terreno político en disputa por parte de los partidos con aspiraciones electorales. Y se produce en un momento donde, a nivel mundial, el feminismo ha sido visibilizado como parte de las reformas y las revoluciones sociales. Nosotras decimos: la revolución será feminista. Y un montón de gente se da cuenta de que sin revolución feminista es imposible pensar revolución social en este momento.
Es muy bueno poder celebrar la ley, pero seguramente seguiremos pidiendo la libertad de las presas por abortar, que son como 1.500 y son una población ignorada en las defensas de los derechos humanos. Seguiremos peleando por la defensa de las poblaciones postergadas como las mujeres indígenas, rurales, que no tienen acceso a los centros de salud. Hay mucho por hacer.
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