Por Diego Leonoff | Andorra, Arabia Saudí, Australia, Bélgica, Camboya, Canadá, Catar, Dinamarca, Emiratos Árabes Unidos, España, Jamaica, Japón, Luxemburgo, Malasia, Marruecos, Mónaco, Noruega, Nueva Zelanda, Países Bajos, Reino Unido, Suecia y Tailandia son sólo algunos de los países del mundo gobernados por un rey o reina.
Si bien es cierto que en su gran mayoría se trata de sistemas híbridos en los que las casas reales ocupan un rol más social que político, no deja de llamar la atención la pervivencia de estas instituciones medievales en pleno siglo XXI.
Más sorprendente aún es la veneración y pleitesía que aún hoy despierta la monarquía en varias figuras políticas de repúblicas como la nuestra. En particular, si tomamos en cuenta la histórica disputa colonial entre nuestro país e Inglaterra, y que en 1982 alcanzó su punto cúlmine con la Guerra de Malvinas.
El fallecimiento de Elizabeth Alexandra Mary (más conocida como Isabel II) a sus 96 años resultó en todo tipo de expresiones alrededor del mundo: desde instituciones y figuras públicas hasta personajes de la cultura y el deporte publicaron en redes los correspondientes mensajes de condolencias y admiración. En algunos casos, como Cancillería Argentina o la mayoría de los mandatarios de la región, con tono protocolar; y en otros, con saludos semejantes a los de la muerte de un familiar o un prócer nacional.
“Su majestad, dignidad y entereza en el ejercicio de su función la colocan en la historia grande de un país en donde no han faltado destacadas figuras. Isabel I y Victoria la esperan en el panteón de las grandes”, tuiteó el diputado nacional y ex ministro de Educación macrista, Alejandro Finocchiaro.
Mauricio Macri, Laura Alonso, Horacio Rodríguez Larreta y Lilita Carrió, por citar sólo algunos, también fueron más allá en sus condolencias y afecto para con la reina.
Hasta Siempre, Reina Isabel II. 👑 pic.twitter.com/bBIR4gPSdo
— Nik (@Nikgaturro) September 8, 2022
Un capítulo aparte merecería la bizarra -por elegir el más amable de los adjetivos que le cabe- ilustración de Nik en el que se ve a la monarca en el cielo haciendo buenas migas con Maradona, reconocido anti monárquico e ícono global contestatario del poder imperial.
De igual manera, Jair Bolsonaro se mostró profundamente conmovido y decretó tres días de luto oficial en todo Brasil. “No sólo fue la reina de los británicos, sino una reina para todos nosotros”, escribió el jefe de Estado de una de las naciones en cuyo territorio colonial recayeron buena parte de los 12 millones de esclavos que se estima fueron arrastrados de África a América durante el periodo de trata atlántica, un mercado inhumano que supieron alentar los antecesores de Isabel II.
Y si hablamos de reverencias reales, imposible no recordar aquella tarde de julio de 2016 en Tucumán, cuando en presencia del rey (emérito) de España Juan Carlos I -acorralado por la Justicia de su país en incontables causas de corrupción-, el entonces presidente Mauricio Macri dijo en relación a los líderes de la independencia: «Deberían tener angustia de tomar la decisión, mi querido rey, de separarse de España».
“Republicanos”, “defensores de la república y las libertades” o “promotores de la meritocracia” son algunos de los eufemismos con que se suelen auto percibir los viudos y las viudas argentinos de Isabel II. Quizás no se enteraron que república es sinónimo de democracia y humanismo, y que no hay nada menos democrático que un hombre o mujer gobernando por designio divino.
Ahora bien, ¿qué pasó cuando los pueblos pudieron elegir monarquía o república?
El caso más resonante quizás sea el de los italianos, cuando en un referéndum celebrado tras la Segunda Guerra Mundial decidieron poner fin a la dinastía Savoya (en italiano, Savoia). El último monarca, Humberto II, duró sólo 33 días; pero fue su padre, Victor Manuel III, el que terminó por enterrar esta institución medieval en la península itálica fruto de su complicidad y anuencia en el ascenso al poder del dictador Benito Mussolini.
El 2 de junio de 1946, los 13 millones de votantes por la república se impusieron a los poco más de 10 millones que preferían continuar siendo súbditos de una casa real que siguió viviendo con recursos de sobra. Hoy son pocos los sectores que añoran aquel pasado, y muchos menos los que hacen lugar al reclamo del trono (y de una indemnización por 250 millones de euros) de parte de Victor Manuel (hijo de Humberto y nieto homónimo del otrora rey filo fascista).
Otro ejemplo es Grecia, donde el rey Constantino consintió el golpe de Estado anticomunista conocido como la Revolución de los Coroneles. Ocho meses después, el fracaso de un contragolpe auspiciado por él mismo para acabar con el poder militar lo llevó al exilio.
Ya en democracia, el referéndum del 8 de diciembre de 1974 confirmó al país helénico como república con casi el 70% de los votos. Dos décadas más tarde, en 1994 el Gobierno socialista de Papandreu privó de la nacionalidad griega a Constantino, su esposa y sus hijos, y expropió todas sus pertenencias en el país amparándose en una deuda fiscal.
Lejos de Europa y hacia finales de 2021, Barbados decidió cambiar su estatus de monarquía constitucional con parlamento a república y cortó definitivamente lazos con su pasado colonial británico, aunque sigue formando parte de la Commonwealth (comunidad de 54 naciones con orígenes en el imperio británico).
La isla del Caribe estuvo unida a la Corona durante casi 400 años, incluidos los dos siglos en los que fue centro del tráfico de esclavos inglés.
El caso ruso tuvo similar resultado, aunque por vías totalmente distintas: tras siglos de opresión (los zares abolieron la servidumbre recién en 1861, considerablemente más tarde que en el resto de Europa), en 1917 una revolución derrocó por la fuerza a Nicolás II. Los últimos integrantes de la dinastía Romanov tuvieron menos suerte que los Savoya y fueron fusilados el 17 de julio de 1918.
En la propia Gran Bretaña existen varios grupos que hace tiempo vienen exigiendo el fin de la monarquía. “¡Otros 70 años no!” y “Hagamos de Elizabeth la última” fueron los lemas de la campaña lanzada desde su web republic.org.uk el pasa 2 de febrero, día en que Elizabeth II festejó sus siete décadas como monarca.
Con raíces en el siglo XVII, el republicanismo es fuerte en el Partido Laborista y en los partidos nacionalistas de Escocia y de Irlanda del Norte, además del Verde.
Aunque parezca de perogrullo, lo sucedido en la tarde del 8 de septiembre de 2022 no fue otra cosa que la confirmación de que Isabel II era tan sólo Elizabeth Alexandra Mary, y que ni su “sangre azul” ni la corona pudieron evitar el origen y destino de la humanidad entera, y del que somos conscientes desde -al menos- la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789: “Los hombres (también las mujeres) nacen y permanecen (y mueren, deberíamos agregar) libres e iguales en derechos”.