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Política

La política del insulto: El experimento autoritario de Milei

Ataques y denuncias contra periodistas y opositores, linchamientos virtuales promovidos por el Presidente para silenciar críticas, y un pasaje peligroso del dicho al hecho. ¿Argentina atraviesa un “terrorismo de Estado de baja intensidad”?
Publicado 08/07/2025 9 minutos para leer
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Por Federico Chechele | Tras la reciente visita del presidente brasileño Lula da Silva, Cristina Kirchner realizó un posteo en redes sociales en el que calificó al gobierno de Javier Milei como un “terrorismo de Estado de baja intensidad”. No se trata de una frase menor: pone en palabras una sensación cada vez más extendida en amplios sectores de la sociedad argentina que observan, con preocupación, el modo en que el gobierno ejerce el poder.

Las políticas aplicadas por la Casa Rosada, junto a sus métodos represivos y su estilo autoritario, han llevado a que se lo catalogue como un gobierno “fascista”, “neofascista”, una “tiranía” o directamente como una forma de gestión antidemocrática que pasa por encima derechos constitucionales.

Desde su asunción, Milei desplegó una política sistemática de reducción del Estado a través de la “motosierra”. Este proceso no sólo ha significado recortes presupuestarios, sino la desarticulación total de áreas sensibles. Las consecuencias son visibles: cierre de comedores comunitarios, paralización de obras públicas y, para citar ejemplos recientes, el desfinanciamiento del Hospital Garrahan, la eliminación de subsidios a pacientes con enfermedades crónicas como la hemofilia y una actitud negligente frente a emergencias como la inundación en Bahía Blanca. No se trata de un ajuste económico racional ni de una reorganización eficiente del gasto público, sino de una estrategia deliberada de desmantelamiento del Estado.

Uno de los rasgos distintivos de este gobierno es su uso constante de la violencia simbólica y verbal. El presidente ha instalado una forma de comunicación basada en el insulto, el escarnio público y la deshumanización del adversario. Esta violencia no es accidental ni espontánea, es una estrategia de consolidación del poder mediante la fragmentación del enemigo interno.

A esta angustia cotidiana se suma un factor cada vez más tóxico: el discurso del propio jefe de Estado. Javier Milei no sólo insulta, ataca, desacredita y persigue a quienes piensan distinto, sino que lo hace desde la investidura presidencial. En su reciente participación en el canal de streaming Neura, propiedad de Alejandro Fantino y apañado por el bufón Sergio “Tronco” Figliuolo, Milei profirió al menos 70 insultos, de los cuales 44 estuvieron dirigidos a periodistas. Usó expresiones como: “mierda”, “mierda humana”, “sorete”, “basuras humanas”, “imbéciles” y “mandriles”, entre otras.

Este estilo violento y degradante no es anecdótico, tiene consecuencias concretas: alimenta un clima de persecución, amedrentamiento y odio. Así ocurrió con la periodista Julia Mengolini, quien recibió ataques sistemáticos por parte del propio presidente, que le dedicó más de 80 publicaciones agresivas en la red social X. Insólito. Otros funcionarios del gobierno también se sumaron a la campaña de hostigamiento, justificándolo como un “vuelto” por declaraciones de la periodista durante la campaña de 2023. La “cibervenganza” reemplazando al debate democrático.

La deriva autoritaria del gobierno no se limita al terreno discursivo. Se expresa en hechos concretos: detenciones arbitrarias, allanamientos sin fundamentos legales claros, utilización discrecional del sistema judicial y manipulación de las fuerzas de seguridad.

Un ejemplo reciente fue la detención de varias mujeres que colocaron un pasacalle con un insulto y arrojaron estiércol frente a la casa del diputado José Luis Espert. La rapidez con la que actuó la jueza Sandra Arroyo Salgado contrasta con su inacción en el caso $LIBRA, donde están en juego posibles delitos que involucran directamente al Presidente. El contraste no puede ser más claro.

Lo mismo ocurrió con el caso del fotógrafo Pablo Grillo, gravemente herido durante la represión a la marcha de jubilados del 12 de marzo. Esta semana se conoció un informe de Gendarmería Nacional que concluyó que el disparo fue “accidental” y que la responsabilidad no fue del cabo Héctor Guerrero, quien accionó el arma, sino del propio Grillo, a quien describieron “en la línea de tiro”. En la Argentina de Milei si tiras mierda en la puerta de una casa terminas preso pero si disparas a matar la culpa la tiene el otro que se cruzó en el camino.

Te puede interesar: Alerta internacional por los ataques judiciales de Milei contra el periodismo

***

“El que avisa no traiciona”. Eso dijo JP Morgan, el mayor fondo buitre de los Estados Unidos, al recomendar “dar un paso atrás” con los bonos argentinos. La institución que mejor entiende la timba financiera le advirtió a los suyos que se viene una tormenta. Mientras tanto, en la Argentina que “está bajando la pobreza”, según los números oficiales, los hipermercados rematan lácteos y bebidas al 50% antes de que venzan. Una escena cada vez más común en un país donde comer bien se volvió un privilegio, y donde las alertas económicas suenan tan fuerte como los insultos de Milei.

Este panorama comienza a reflejarse en las encuestas: la imagen de Milei cae por quinto mes consecutivo. Según datos de la consultora Ad Hoc, la conversación digital sobre el presidente fue negativa en un 49% en junio, la racha más prolongada desde que asumió. Los motivos principales del rechazo incluyen el caso $LIBRA, su estilo confrontativo y su alineamiento irrestricto con Estados Unidos e Israel, en medio de conflictos bélicos internacionales.

Pero además de la violencia discursiva y la represión, emerge un fenómeno aún más preocupante: el uso de inteligencia artificial para manipular la información y distorsionar el proceso democrático. Según el Panel Internacional sobre el Entorno de la Información, en 2024 se detectaron 215 casos de uso de IA en contextos electorales, el 80% con fines inapropiados o engañosos. El caso de Rumania, donde se anuló una elección presidencial tras descubrirse que el candidato de extrema derecha Calin Georgescu ganó mediante engaños potenciados por IA, es una advertencia.

En Argentina ya hay antecedentes: en las recientes elecciones porteñas se difundió un video falso generado por IA desde cuentas de La Libertad Avanza, en el que Mauricio Macri llamaba a votar por Manuel Adorni. Una muestra clara de cómo las nuevas tecnologías pueden ser puestas al servicio de la manipulación política, sobre todo, con un gobierno sin empatía como el de La Libertad Avanza y con su ejército de trolls que busca imponerse para apaciguar tanta motosierra.

A medida que la violencia institucional se naturaliza y el debate público se contamina, el riesgo es que la ciudadanía se desconecte de la vida democrática. La participación electoral promedio no supera el 52% en lo que va del año, salvo en la reciente votación en Formosa que trepó al 68%. La desinformación, la mentira como herramienta de gobierno y la persecución al pensamiento crítico conforman un escenario alarmante.

Es probable que se sigan escribiendo libros sobre esta experiencia de gobierno atípico en Argentina y en el mundo. Mientras tanto, la sociedad resiste, vive con miedo, con rabia y con la esperanza de que esta pesadilla no se convierta en la nueva normalidad.

Ilustración: Marcelo Spotti

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